El refranero popular de un país dice mucho de él. Habla de esa cultura que subyace detrás de sus gentes, de las ideas que se tejen en el tiempo y el espacio compartidos, sin darnos cuenta y entre todos. Calladas, heredadas entre generaciones, supervivientes. En cierto modo, nos rigen. Últimamente, oigo alguno de esos refranes con mucha frecuencia, como ese de “Virgencita, que me quede cómo estoy”, del que chorrea parte de la esencia de nuestra España. Pero hay otro similar, quizás más recurrente aun en estos tiempos, y que me atrapa cada vez que lo oigo. Es ese que dice: “Más vale pájaro en mano que cientos volando”. Sobre él me comentaba hace un tiempo un compañero argentino, con gesto de asombro pícaro: “¿Es que no se dan cuenta de que son cientos?” Claro que sí, ¡si es que son cientos! Cientos. Entonces, ¿por qué no soñar con alcanzar alguno más? ¿Acaso es mejor conformarse?

Quizás este sea un país al que le cueste confiar en sus posibilidades, creerse mejor. Porque no es tan excéntrico pensar que podríamos agarrar algún pájaro mejor o varios de ellos. Por mucho que vuelen. Como también sería posible mantener en España a algunos de los cientos de españoles que se nos van volando a otros países, a veces para siempre, con su talento, su vitalidad y sus ganas de trabajar (sólo una cifra de principios de año: los españoles en el extranjero han aumentado un 56,6% desde el año 2009).

Muchos de ellos son jóvenes, llenos de esperanza y ganas de mejorar y entre sus alas se llevan un aliento de nuestro futuro y de nuestra felicidad. Parece que ellos ya no se conforman con lo que tienen en mano.

En estos días, repiten algunos expertos, estamos entrando en periodo de recuperación. Quizás es así, quizás no. Pero sea para invertir mejor lo que vayamos ganando, sea para salir renacidos de esta caída, éste es un buen momento para creer en nosotros. ¿No fue acaso un español quien dijo “Nada hay imposible para una voluntad enérgica”?