Aunque esta idea tardará en llegar a la ciudadanía, el Gobierno recién conformado marcará una bisagra en la historia política española. No porque sea un Gobierno de coalición ni porque esté presidido por Pedro Sánchez ni porque llegue tras cinco elecciones consecutivas ganadas por el PSOE. Lo será porque en él ha entrado Unidas Podemos.

Como ya he expresado en artículos anteriores, el acontecimiento político más relevante en España desde 1975 fue el 15-M. Aquel movimiento social de potencia extraordinaria marcó un antes y un después indiscutible, rompió el sistema de partidos y cruzó el Rubicón que la generación de la Transición nunca quiso o pudo cruzar.

La vitalidad y la fuerza del 15-M no se convirtieron en un movimiento insurreccional —lo fue al principio— porque hubo un grupo de personas que fundaron Podemos menos de tres años después. Podemos —que luego recogió a toda la izquierda a la izquierda del PSOE— se convirtió en la representación del 15-M en las instituciones.

No en vano, durante el último debate de investidura, el pasado 4 de enero, Pablo Iglesias terminó su discurso desde la tribuna del Congreso de los Diputados dirigiéndose así a Pedro Sánchez: «Sí se puede, adelante presidente». «Sí se puede» fue uno de los lemas del 15-M, proveniente de otros movimientos sociales y, en último término, del lema de campaña de Barack Obama para las elecciones estadounidenses de 2008 que, en realidad, significaba literalmente «Sí, podemos» («Yes, We Can»).

Desde que Podemos irrumpió en el sistema político español, en representación literal de una gran mayoría del 15-M y en representación simbólica de todo el movimiento social que arrastraba, nació un nuevo ciclo político en España que sigue abierto desde 2011. Podemos logró 1.253.837 votos en las elecciones europeas de 2014 y 5.212.711 en las elecciones generales de 2015 lo que, añadiendo los votos de IU (926.783) hizo que la izquierda a la izquierda del PSOE lograra 6.139.494 votos, frente a los 5.545.315 del partido liderado ya entonces por Pedro Sánchez.

Este «sorpasso» algo más que simbólico, llevó a Podemos e IU —aconsejados por el ínclito Iván Redondo, ahora jefe de gabinete de Sánchez— a coaligarse para las elecciones de 2016, lo que, como profeticé en este mismo espacio unas semanas antes del domingo electoral, provocó que Unidos Podemos (Podemos + IU) perdiera en tan solo seis meses 1.051.956 votos, quedándose 356.308 detrás del PSOE.

Este empate técnico en la izquierda lo resolvieron las viejas glorias del PSOE unidas a algunos de sus barones regionales, quienes, en pleno ciclo político del 15-M, obligaron a Sánchez a «podemizarse». Aquella campaña de primarias en la que todo el aparato del PSOE apoyaba a Díaz y Sánchez se enarboló en La Internacional, solo podía acabar con la victoria del segundo, como así fue, y esa victoria solo podía terminar con el PSOE recuperando votos de Unidas Podemos. Eso ocurrió en las primeras generales de 2019, cuando el PSOE recuperó 2.069.296 y el partido de Iglesias perdió 1.162.572. Las segundas elecciones de 2019 fueron un intento de Sánchez de comprobar hasta dónde podía llegar la recuperación, pero se encontró con su techo, perdiendo 760.159 votos.

Ante esta tesitura, con Unidas Podemos descendiendo progresivamente y el PSOE perdiendo parte de lo recuperado, a los dos actores políticos solo les quedaba una opción: pactar. A Iglesias porque no tenía más margen de maniobra y a Sánchez porque la otra opción, negociar con la derecha, le habría supuesto hacerse una enmienda a la totalidad de su «podemización» desde 2016.

Así las cosas, la presión de la ciudadanía en los procesos electorales y —muy importante— la fragmentación de la derecha en tres partidos, han hecho posible cerrar por fin el ciclo del 15-M: que la izquierda española gobierne bajo la influencia del «Sí se puede». Por eso 2020 comienza con un Gobierno que será un antes y un después, porque solo podrá responder dos cosas: «Sí se puede» o «No se puede». Y de esa respuesta dependerá por completo el futuro de toda la izquierda española y de nuestro sistema político. El resultado, dadas las circunstancias de los pactos, ya se sabe, pero el Gobierno y su gestión tendrán la última palabra.

*Licenciado en Ciencias de la Información.