Juan Rosell es aficionado a la provocación como metodología para generar debates. En un solo día ha descalificado la prestigiosa Encuesta de Población Activa (EPA), ha criminalizado a los funcionarios públicos --a los que es partidario de mandar a casa con un "subsidio para que por lo menos no gasten papel" --y ha demostrado su insatisfacción con la reforma laboral, a la que quiere añadir minijobbs como una forma de esclavitud para nuestros jóvenes. En ese clima de desenfadado desafío, debiera responder a algunas preguntas.

Primera: ¿Cómo estuvo y ha estado Juan Rosell callado durante tanto tiempo ante las evidencias, luego confirmadas, de que su antecesor, Gerardo Díaz Ferrán , era un golfo o gánster que terminó en la cárcel sin que ninguno de los dirigentes empresariales españoles se haya tomado la molestia de dar una explicación o valoración de ese ejemplo de los empresarios españoles desde la cúpula de la CEOE?

Segunda: ¿cuánto dinero recibe la CEOE de los presupuestos generales del Estado y de las diferentes instituciones autonómicas en concepto de ayudas, cursos o subvenciones? Un liberal, como él, debiera declinar ese tipo de ayudas en la misma línea de ahorro que promueve ofendiendo gravemente a los funcionarios.

Tercera. Tiene opinión el señor Rosell de las sospechas y evidencias de que su segundo de a bordo, Arturo Fernández , paga con dinero negro una parte de las retribuciones de sus empleados?

Cuarta: Cuantos estudios económicos y sociales, informes oficiales de entidades públicas y del Fondo Monetario Internacional considera que son una basura como las encuestas de la EPA? El señor Rosell, ¿tiene una lista de instituciones que para él carecen de credibilidad?

Quinta: Tendría la amabilidad el jefe de los empresarios españoles de facilitarnos una lista de quienes sacaron dinero de empresas españolas para trasladarlo a paraísos fiscales y, dentro de estos empresarios, quienes se han acogido a la vergonzosa amnistía fiscal de este Gobierno?

Juan Rosell ha inaugurado una época de agravios y descalificaciones que auguran un clima enrarecido en las relaciones de los empresarios españoles con los trabajadores, públicos o no. Increíblemente, los sindicatos no le han dado la respuesta que se merece. Pero no dudo en que no tardará en llegar.