TEtl Festival de Mérida cumple cincuenta años. Me emociona pensar que ambos, el Festival y yo, tenemos la misma edad. El Festival ha madurado conjugando sabiduría y solera (que es la forma de decir "vejez" de los cursis como yo). Un servidor está en el proceso y me temo que si no afino, acabaré conjugando mi vejez con eso que algunos llaman "experiencia" y que no es otra cosa que una degeneración que te lleva a contar tu mili con pelos y señales. Subir a la escena a Darío Fo, Bob Wilson, Mario Gas, Memé Tavares o José Carlos Plaza , cincuenta ediciones después de la Xirgu, y haber evitado el anclaje en batallitas de pechoslatas, o en flagelaciones junto a la Caballé y Carreras , Murillo o Mediero , es señal de lo bien conjugado que está el verbo "envejecer para progresar" (verbo que me acabo de inventar pero que me gusta).

Qué lejos estamos de aquel juego que Plauto proponía en su Casina, el de buscarle novia al anciano y, al mismo tiempo, al joven. En este Festival, novia pétrea en pétreo himeneo (también me gusta la frase) no se andan con zarandajas. Aquí el novio, el público, tiene delante una novia llamada calidad. Lo de antiguo, clásico, demasiado moderno o irreverente, quédese para los bailes de verbena o chistes de furrieles.

Envejecer para progresar o hacerse uno sabio con la edad para llegar a ser joven. Algo que no le gusta a Floriano y que a Felipe González le quitará el sueño en más de una noche mágica de esta Mérida secular, singular y pétrea. Llegar a viejo para ser sabio y joven, oximorón, paradoja, Festival de Mérida, gabinete de iniciativas y anuncio de Faustino V (por cierto ¿qué empresa publicitaria ha perpetrado ese anuncio tan "moña"?).

*Dramaturgo