TLtos días se acaban. El tiempo de estancia en Roma declina y miramos ya al viejo amigo, Coliseo, con aires de despedida. De eterna despedida, maldita sea, después de tanto tiempo transcurrido hasta encontrarnos y, tras tan breve abrazo, decirle ahora adiós, y dejarlo ahí, él con su eternidad ineludible y nosotros, ay, con tan efímeras perspectivas. ¿Habrá algún resquicio de la existencia con un instante, al menos, para ver aquellos días de efervescencia romana en tan inefable escenario? ¿Qué delito cometimos que no se nos dejó asistir a una jornada de césares, pretorianos, guerreros y clamores? En fin, dejemos las vanas lamentaciones y emprendamos otro camino. Adiós, viejo amigo, nos veremos, si los dioses nos dejan esa vez, en la otra vida.

De Villa Borghese al Quirinale, el mundo fastuoso de los comercios. ¿No es Roma templo de la moda? Por esas calles milenarias, Gucci, Valentino, Armani y toda esa casta imposible, delirio de modas carísimas que enervan los sentidos, moldean la estética, declinan las figuras y fijan las direcciones de los gustos y las complacencias. Vía del Corso, Vía del Babuino, Piazza Silvestro, Veneto, Barberini. ¿Quién no ha pasado por aquí, Lorenzo, Cósimo, Vittorio, Ugo, Marcello ? ¿Quién no recuerda ahora aquel cine estupendo de Cinecità de los años cincuenta, sesenta y setenta? A veces creo ver por estas calles encantadas la figura de la Pampanini , la belleza elegantísima de Silvana Mangano , el encanto irresistible de Virna Lisi , ¡mamma mía-Sofía ! Los ojos negros de Claudia Cardinale , Gina -¡Por los clavos de Cristo! ¿Cómo puede ser el tiempo tan inclemente e impío? ¿Qué fue de Antonioni, de Fellini (¡Amarcord!), de Passolini , de Etore Scola, Damiano Damiani, Marco Bellochio y tantos maestros, ya clásicos, de películas que nos divirtieron tanto y nos hicieron pensar en tantas cosas de la vida?

El cine italiano embadurnó de ilusiones nuestra adolescencia. Al Capitol, una tarde triste de domingo, nos escapamos del internado Carlos Sánchez, Pedrito Almodóvar y un servidor para ver Al final de la escapada de Vittorio Gassman . Carlos anda por El Elíseo, Almodóvar en su gloria cinematográfica y yo, aquí en Roma, buscando los fantasmas del pasado.

En la siesta, un canal de la RAI, deja caer, blanco y negro, una vieja película del impagable Totó. ¿Qué habrá en la cara de Totó que no cautive a toda Italia?