Hasta ahora, la UE y Estados Unidos consideraban a Túnez como una de las naciones más prósperas y democráticas del mundo árabe, porque su dictador respondía a los deseos de Occidente y había construido un país al que van los occidentales a satisfacer sus aficiones y sus vicios sin riesgos. La lección que se puede extraer de Túnez es que si haces lo que dice Occidente, eres demócrata y respetas los derechos humanos, pero si haces lo contrario, eres un dictador y violas los derechos de las personas. Menudo cinismo.

Citar a Occidente genéricamente puede sonar a demagogia, por lo que matizo que en cada caso hay una potencia occidental que protege y apadrina al dictador de turno y es la que se encarga de que los demás países occidentales le den un trato y una consideración de demócrata a ese dictador. En el caso de Túnez, Francia considera a este país como su patio trasero, al igual que hace con Marruecos, Mauritania y una larga lista de estados africanos.

Tras la revuelta de estos días, Túnez, desgraciadamente, seguirá igual. Ahora se ocuparán los franceses de poner a otro Ben Alí que responda a sus intereses durante otros 15 o 20 años. A muchas potencias no les interesa que la democracia llegue a los países del Tercer Mundo porque perderían sus privilegios.

Mah lahdih Nan **

Barcelona