Los incendios han vuelto a la primera página de la actualidad en Extremadura. La zona de Cañaveral, Pedroso de Acim y Portezuelo ha sido esta vez la más castigada, con dos siniestros sucesivos que se han calcinado más de 2.000 hectáreas. Cada año, las llamas parecen enseñorearse en una comarca extremeña, como el año pasado lo hicieron en los Ibores y Las Villuercas y hace tres en Valencia de Alcántara, La Codosera, Gata o Hurdes. En los veranos extremeños parece haber una constante amarga: siempre hay incendios que arrasan miles de hectáreas. Se sabe que hay gente que quiere quemar el monte y que, además, aunque no haya una mano que prende el pasto es posible que termine en llamas porque el ambiente climático es un aliado casi imbatible, pero de esto no puede derivarse la creencia de que los fuegos son inevitables y fruto poco menos que de la fatalidad, como se ha podido entrever de algunas declaraciones de responsables políticos, que también han puesto en duda la importancia de la prevención y de las labores de limpieza y desbrozado de monte que se lleva a cabo en invierno. No hay política que termine con los incendios como no la hay que termine con los accidentes de tráfico, pero precisamente por esto la atención debe ser máxima y permanente, en invierno y en verano para que, cuando llegue el incendio, si llega, estar preparados. Este año no ha habido quejas sobre la celeridad y eficacia de los servicios de extinción, y también ha funcionado la investigación y se ha conseguido llevar ante el juez a responsables de fuegos en Cañaveral y en Bohonal de Ibor. Ese es el camino.