Lo que es la vida: un partido que pudo serlo todo, puede a acabar en casi nada. Ciudadanos estaba llamado a ser la piedra angular de la política española. Era la formación regeneradora que gustaba a la clase media y a las empresas del IBEX porque venía a centrar a una sociedad escorada a derecha y a izquierda. En suma, a insuflarle aire fresco al PSOE o al PP según se necesitase para darle estabilidad a un país que no podía estar por más tiempo al albur de los independentistas. Pero hete ahí que todo se fue al garete de la noche a la mañana cuando el líder de la formación, el artífice de un partido nacido en Cataluña para pasar a ser referente en toda España, de repente se creyó rey y señor del centro derecha hasta el punto de plantearse el reto de arrebatarle el puesto al PP. Y claro está, tras el batacazo que se dio, cuando pasó de 57 a 10 escaños, no tuvo más remedio que dimitir y marcharse. Y desde entonces el partido anda sin rumbo. Es lo que tienen los hiperliderazgos, que cuando el jefe se va todos quedan huérfanos.

Hubo una época en la que Ciudadanos no definía, su posición ideológica era «de centro». Su misión principal consistía en la regeneración política de las instituciones --quien llevara muchos años en un cargo que se fuera para que pasara el siguiente--, pero también en la defensa de España como concepto nacional aún siendo perfectamente válido el estado de las autonomías. Y funcionaba. Tanto, que los naranjas eran capaces de pactar a derecha e izquierda según conveniencia y territorio. Así, en esta mezcolanza ‘liberal’ entraron en el partido militantes de izquierdas y también militantes de derechas, antiguos simpatizantes del PP y antiguos simpatizantes del PSOE. Se formó un partido blanco y sin extremismos, cuyos posicionamientos en algunos aspectos no eran para nada ideologizantes a la vez que perfectamente aceptados por la gran mayoría de los españoles.

Y con este cocktail sigue Ciudadanos hasta el próximo fin de semana en que decida cuál va a ser su futuro. Viendo las imágenes, con ciertas dosis de vergüenza ajena, de la charla con tiranteces protagonizada esta semana en Valladolid por los dos candidatos a presidir el partido, Inés Arrimadas y Francisco Igea, se aprecian perfectamente las dos familias que conviven en la formación. Está la línea continuista, protagonizada por Arrimadas, número 2 de Rivera y mujer llamada a ser su sucesora ‘in pectore’ nada más anunciar éste su marcha; y la línea crítica, dirigida en este caso por Igea, la cual no está en nada de acuerdo con los derroteros por los que está yendo la formación.

La oferta de Inés Arrimadas de pactar una coalición con Casado para las elecciones vascas, gallegas y catalanas la ha situado sin querer en la posición de acercarse de nuevo al PP y es la que ha hecho que explote la paciencia de Francisco Igea, vicepresidente de Castilla y León en un gobierno con el PP pero sin olvidar que en su momento prefería pactar con el PSOE por aquello de renovar un gobierno autonómico popular de 28 años de historia.

Así pues, las dos líneas en conflicto dentro de Ciudadanos se dividen entre quienes piensan que el pacto ‘natural’ se debe alcanzar con el PP (a pesar de que éstos pacten también con Vox, formación de la que no quieren saber nada) y quienes consideran que precisamente estos pactos autonómicos y municipales alcanzados tras las elecciones de mayo del año pasado son las que provocaron el desastre de las generales del 10-N. Dicen sin disimulo que confundieron a la gente que pensaba que Ciudadanos era un partido bisagra que quitaba y ponía alcaldes de todos los partidos.

En Extremadura vivimos de alguna manera esta dicotomía. De hecho, Ciudadanos saltó por los aires en los pasados comicios municipales precisamente por esta mezcla. Tanto en Badajoz como en Cáceres ganó las elecciones el PSOE, pero así como en Badajoz se alcanzó un acuerdo entre el PP y Ciudadanos para hacerse con la Alcaldía cada dos años y dejar a los socialistas en la oposición, en Cáceres resultó imposible al negarse los componentes de la lista a pactar con el PP. El resultado ya se sabe cuál fue: en Badajoz gobierna el PP dos años y Ciudadanos lo hará otros dos a partir de 2021, y en Cáceres gobierna el PSOE en minoría mientras que Ciudadanos se ha roto por la mitad yéndose el candidato y una concejala al grupo no adscrito.

Todo el mundo da por hecho que Arrimadas ganará las primarias, pero ojo con estos procesos donde se implica el voto de la militancia. Los carga el diablo. Sería la primera vez en esta nueva etapa de la política española que gana la línea oficialista. Que se lo digan a Susana Díaz frente a Pedro Sánchez, que perdió; o a Soraya Sáenz de Santa María frente a Pablo Casado, que ganó pero en segunda vuelta con compromisarios resultó derrotada.

El 7 y 8 de marzo Ciudadanos se la juega. No solo tendrá que elegir al nuevo líder de la era post-Rivera, sino que además deberá optar entre un partido que va abocado a coaligarse con el PP u otro que deja la puerta abierta a ambos lados del espectro político. Habrá que estar atentos.