Sociólogo

Desde hace un tiempo, tengo la sensación que convivimos en un país, donde lo más importante para el ciudadano medio resulta ser el nivel de consumo alcanzado, es decir, el consumismo de tener el modelo de coche más potente y seguro, residir en una vivienda unifamiliar del área peri-urbano más acomodado, disfrutar de los más suculentos alimentos de esa prestigiosa tienda de delicatessens, realizar viajes de ensueño a lugares del mundo alejados, pagar ese master internacional para formar competitivamente a nuestros hijos,..., digamos que somos más suculentos en nuestros gustos, ahora somos snobs.

Dicen los expertos que esta situación es fruto del crecimiento económico en España de los últimos años, y pueden tener parte de razón en sus análisis, cuando se barajan determinados parámetros macroeconómicos, que permiten hacer estas interpretaciones coyunturales.

Incluso los más afines, llegan a calificarlo como el milagro español , con su correspondiente atribución exitosa al actual gobierno de Aznar.

Por contra, si estos mismos economistas realizaran un trabajo de campo sobre la misma realidad, centrando su observación participante en una muestra más o menos representativa de las familias de hoy, la lectura sería bien distinta. El dato principal sería la proporción mayoritaria de españoles que tienen sus vidas materialmente hipotecadas, es decir, que tienen que hacer grandes esfuerzos y sacrificios para llegar a fin de mes, si quieren poder financiar sus gastos corrientes.

Y no me estoy refiriendo a aquellos que pretenden mantener un estilo de vida suntuoso, muy por encima de sus posibilidades monetarias, sino de familias monoparentales con un sueldo ordinario, de jóvenes víctimas de la precariedad y eventualidad laboral, de desempleados mayores de 45 años con cargas familiares, y de otros tantos casos que no son presentados por las instancias oficiales de nuestro país.

La cuestión sería, ¿y este el progreso que avanza, el bienestar general prometido? Así, el sistema social entra en una fase de descomposición, de fractura con respecto a ciertos grupos sociales excluidos de los bienes públicos, que debieran proveer las administraciones.

De manera, que todo esto, entra en un dinámica de normalidad, siempre que no nos afecte directamente, y nos permita seguir con este ritmo de vida y gasto.

Los ciudadanos no viven de carreteras e infraestructuras como usuarios de vehículos a motor, de los productos y ofertas de las grandes superficies comerciales,..., hay necesidades y demandas sociales que no están siendo cubiertas por nuestros poderes públicos, conculcando así, los principios rectores de nuestra sagrada Constitución.

Como puede haber gente que no tenga un empleo, o que no puedan disfrutar de su vivienda, son situaciones que conviven en esta sociedad atomizada, en la que dejamos de ser ciudadanos, para convertirnos en consumidores y usuarios despersonalizados?