WCw on bastante menos interés y pasión que hace un mes, los franceses regresan hoy a las urnas para unas elecciones legislativas que se anuncian como una segunda parte de las presidenciales que llevaron a Sarkozy al palacio del Elíseo.

Si la tradición se cumple, y según vaticinan todas las encuestas hechas públicas hasta ahora, el triunfo corresponderá nuevamente a la coalición forjada por el presidente de la República de Francia, el hiperactivo y habilidoso Nicolas Sarkozy, pero los números del resultado nos darán una idea de la extensión de la oleada conservadora y la profundidad del cambio que sacude al país y a sus fuerzas políticas.

Como ocurriera en el año 1981, cuando François Mitterrand llegó a la presidencia gala con el programa común de la izquierda, las expectativas están a su más alto nivel porque ha calado hondo el mensaje de "la Francia en declive" necesitada de una regeneración sin ambages y, además, realizada con nuevos actores políticos.

Nicolas Sarkozy ha logrado no solamente reunificar alas derechas, jubilando al incombustible Jean-Marie Le Pen y dejando sin espacio político al xenófobo Frente Nacional, sino cautivar a gran parte de los votantes que en la primera vuelta de las elecciones se pronunciaron por el centrista François Bayrou. Y el éxito de llevar la apertura al corazón de la izquierda.

La restauración de los valores que hicieron lagrandeza de Francia, el señuelo liberal, la eficacia tecnocrática, el populismo y la melancolía están detrás de ese frente de las derechas que, a favor del sistema electoral, amenaza con dejar sin escaños y sin voz al centro con veleidades de autonomía o de bisagra. Lo que ocurra con los candidatos bajo la bandera del centrista Bayrou será de suma importancia para rebajar la arrogancia conservadora y entrever el camino que seguirá el Partido Socialista que lidera Segolene Royal para salir de la división y la crisis.

Los socialistas que reputan agotada la estrategia de la unión de la izquierda de 1981, como Michel Rocard y Strauss-Khan, declaradamente socialdemócratas, propugnan una apertura al centro que replique a los cambios sociales derivados de la globalización económica y la extinción lenta pero inexorable de la ilusión marxista.

Los tanteos entre Royal y Bayrou no bastaron para cambiar el signo de las presidenciales, pero alentaron el propósito heterodoxo y esperanzador que fue cegado por la maquinaria del PS y sus notables.

Los resultados de la jornada de hoy van a ejercer una influencia decisiva sobre la imparable renovación ideológica del socialismo y el destino de Royal. Sólo así podrá frenarse el retroceso de la izquierda señalado por el escrutinio presidencial.