TNto todas las personas tienen la misma opinión de la realidad. Probablemente el pavo tiene una idea de la Navidad diferente a la de un niño, y quizás los políticos miran la sociedad de una manera distinta a la que lo hacen los ciudadanos. A lo peor los políticos opinan que un ciudadano es un votante, y no sería descabellado creer que para muchos ciudadanos el político es el culpable de que su hijo no estudie o no le suban el sueldo en la empresa. Lo que sí es cierto es que los ciudadanos tenemos muchos problemas a los que tratamos de enfrentarnos, y que nuestros recursos económicos, nuestras relaciones afectivas, nuestras responsabilidades laborales y familiares ocupan la mayor parte de nuestro tiempo. A los políticos les votamos y les pagamos el sueldo no para que nos hagan felices, sino para que nos eviten problemas. Esta vergonzosa obviedad parece que se olvida. Tengo la subjetiva -y puede que injusta sensación- de que, últimamente, los políticos me proyectan problemas que se añaden a los que ya tengo y que me inquietan y me producen una sensación de inseguridad. Bastante desasosiego nos produce la salud y la escasez de tiempo, por no hablar de las angustias existenciales. Los ciudadanos necesitamos una cierta apariencia de estabilidad, saber que el suelo no se moverá bajo nuestros pies, conocer de antemano que el futuro no es algo que se sortea en el Congreso de los Diputados para poder ocuparnos del presente. Puede que al político le fascine el futuro, incluso la posteridad, pero el ciudadano necesita seguridades básicas, porque no podemos estar inquietos por el resultado de la biopsia y desnortados por si viviremos en una República, en una Monarquía o en Asociación de Autonomías coordinadas por Zara y El Corte Inglés. Por favor, busquen soluciones a los problemas y dejen de encontrar problemas a soluciones experimentadas.

*Periodista