Han finalizado las elecciones municipales y autonómicas, mientras un segmento de la ciudadanía joven en España -y no tan juvenil, al menos cronológicamente-, despierta de su letargo cívico. Por fin, se ha producido la reacción social que algunos pronosticábamos y deseábamos para alzar nuestras voces con propuestas participadas e innovadoras sobre el rumbo de nuestra sociedad en los inicios del siglo XXI. Propuestas cívicas sobre empleo, educación, cultura, economía, bienestar general, seguridad ciudadana..., que están resonando entre la mayoría social, y muy especialmente entre nuestros políticos como representantes en las instituciones democráticas para su aplicación efectiva por su grado de consenso e interés general.

Tengo 40 años, y comparto los mensajes altos y claros de estos jóvenes, transmitidos a través de medios convencionales y tecnológicos para informar a la opinión pública, fácilmente interpretables si se manejan determinados códigos lingüísticos, fruto del conocimiento de sus realidades cotidianas. Capital social, sociedad civil organizada, gente informada, ciudadanos movilizados, vanguardia de mujeres y hombres que claman libre y pacíficamente por algo que está aún por lograr: un cambio social y político tendente a la democratización en la gestión de lo público, al margen de otros intereses mercantiles e ideológicos. Cada cual que saque sus conclusiones, pero el mensaje de malestar social es notorio y público como se está demostrando en estas concentraciones cívicas.

Como observador participante diré que quienes se concentran son personas formadas que tienen acceso a los recursos comunitarios, y que quieren transformar la vida social, política y económica de nuestro país, aplicando propuestas acordadas en asambleas cívicas. Gente indignada ante la falta de soluciones eficaces a los problemas comunes, en un momento crítico de desconfianza social, recesión económica y descrédito político. ¿Y cuántos riesgos graves conllevan para la continuidad de la democracia representativa, quizás igualmente en crisis? Muchos, y quizás nuestros políticos electos no han comprendido previamente sus mensajes, además de no haber sabido (o querido) conectar, comunicar y hacer pedagogía entre nosotros para explicar sus tareas, acertadas o no, a los representados en las instituciones democráticas. Ahora vienen las consecuencias, de las que habrá resultados positivos, pues confío que así será, tras el frustrado Mayo del 68, ahora Mayo del 2011.

Para finalizar estas notas de trabajo de campo, señalar un conjunto de rasgos en todas estas personas enredadas cívicamente por la Política, como son las siguientes: el pensamiento coherente con ideales de progreso y bienestar general, la capacidad organizativa de autogestión y propositiva al margen de instancias gubernamentales y agentes sociales y económicos, y la actitud de responsabilidad social por transformar la realidad en aquellos aspectos que consideran injustos e insolidarios socialmente. Así, me quedo con la moraleja de esta historia inacabada..., y es que la ciudadanía ha tomado las calles, por fin, y quizás en breve, las instituciones democráticas con un sentido de Estado social y democrático de Derecho.