La gran noche del cine español, la de la entrega de los Goya, tuvo, como ya ocurriera el año pasado, un fuerte contenido político. Las protestas de dos asociaciones de víctimas del terrorismo --alimentadas por los medios progubernamentales-- contra el documental de Julio Medem La pelota vasca. La piel contra la piedra provocó la reacción de los profesionales del cine a favor de la libertad de expresión.

Resulta lamentable que, 25 años después de aprobada la Constitución, haya que reivindicar la libertad de los artistas. Pero el ambiente de discurso único, cuando no inquisitorial, que se ha instalado en este país con todo lo relacionado con el problema del terrorismo de ETA hace que se vea como algo normal el linchamiento de un director de cine que ha hecho un documental --naturalmente, discutible-- que pretende ser una llamada a la reflexión sobre el conflicto del País Vasco.

El mundo del cine supo levantar la voz contra este atropello, como hizo el año pasado contra la guerra. La Academia arropó a Medem, aunque no premiara su documental, en una noche que consagró merecidamente a Iciar Bollain y a su película Te doy mis ojos, un impecable alegato contra los malos tratos a las mujeres.