La realidad de la Marcha por el Clima que se ha llevado a cabo este viernes en Madrid, paralelamente a la celebración de la cumbre climática COP25, ha superado las expectativas que la definían como la manifestación medioambiental más grande de la historia en España. Se ha corroborado, en este sentido, el éxito que ya tuvieron otras movilizaciones, en especial las de septiembre de este año, en todo el planeta, con millones de asistentes. Más allá de la certificación de los avances de los compromisos del Acuerdo de París; más allá de las buenas intenciones expresadas en la cumbre en la perspectiva de la reducción de los gases de efecto invernadero y de la explotación de combustibles fósiles; más allá de los palos en las ruedas como los que ha puesto la Administración de Trump al desligarse de su implicación en la lucha a favor del clima, o las tibiezas de Rusia y China, lo cierto es que, como han rezado las pancartas de la manifestación, «el mundo ha despertado». Y aunque la figura emblemática de Greta Thunberg, iniciadora del movimiento Fridays for Future y hoy convertida en un icono, acapare buena parte de los titulares gracias a su determinación y su irreductibilidad, lo cierto es que este grito de socorro pertenece también a una gran variedad de organizaciones, entidades y grupos sociales, que han hecho oír su voz para recordar a los mandatarios de los 196 países reunidos en Madrid que ya no es posible perder más tiempo. La joven activista sueca ha recordado que la concienciación ha surgido efecto, pero que son necesarios actos concretos en esta misma COP25: «Queremos ver acciones reales y estas no han tenido lugar». En el manifiesto leído al final de la marcha, ante el Ministerio de Transición Ecológica, se ha recalcado que «la emergencia climática ya no es algo abierto al debate. Está aquí, es real, y son muchas las diversas voces necesarias para hacerle frente».

Esta misma semana hemos sabido que los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera han alcanzado su máximo histórico, dato que viene a sumarse a las previsiones más negativas en relación a la temperatura del planeta en el 2100. Cerca de un punto de no retorno, la movilización social no solo es necesaria sino imprescindible. La reciente declaración del Parlamento Europeo, calificando la situación actual de «emergencia medioambiental», por encima de la más discreta lectura como «urgencia» por la que apostaban los sectores más conservadores, es un acto simbólico que debe tener su concreción efectiva, ya que Europa lidera hoy en día la conciencia mundial, en las resoluciones del Consejo Europeo de la semana próxima a favor de una neutralidad climática del continente en el 2050. La labor de los políticos debe ser esta, la de canalizar positivamente, con hechos contrastables y decisiones firmes, un combate que tiene que ir más allá de las diferencias ideológicas y de la problemática económica. El clamor de los jóvenes, que ostentarán el usufructo de un planeta en crisis y al borde del suicidio, se ha hecho realidad en Madrid y su eco debe escucharse en todo el planeta, en despachos, foros y asambleas. Ha resonado con claridad y nitidez, con la fortaleza de quienes saben que o bien se actúa ahora o bien mañana será demasiado tarde.