XAxcostumbrado a la dispersión del movimiento de las gentes durante el día a día, conformando un paisaje urbano tan normal como repetido, fue impresionante ver los ríos de gentes que, desde todos los rincones, caminaban hacia el mismo lugar. No importó la lluvia, ni el frío, todos movidos por el mismo deseo: gritar desde lo sentimientos más profundos y más compartidos contra la barbarie terrorista.

En una concreta manifestación, en una más, en la celebrada en la ciudad de Cáceres, pude ver la plaza de la Cruz convertida en punto de encuentro de miles de cacereños, de ciudadanos de las viejas tierras de España, con el corazón encogido por la muerte de tantas personas. Llegando en silencio, aguardando bajo la persistente lluvia, a que dieran las 7 de la tarde, para sentirse unidos a los millones de españoles, y ciudadanos de muchos países del mundo, que a la misma hora ponían toda su solidaridad en común por las inútiles y trágicas muertes, que lo fueron consecuencia de la negación criminal del más elemental de los principios que deben presidir los actos humanos: el del respeto a la vida. Riadas humanas, desde los más ancianos hasta niños pequeños de padres concienciados. Grupo de muchachas con lazos negros en sus ropas. Mucha gente. Multitud de jóvenes que fueron poblando el centro de la ciudad, el paseo de Cánovas, para dirigirse hacia la Plaza Mayor y colmarla. Desde el Arco de la Estrella, hasta las cuatro esquinas, la calle Pintores, la zona de la cuesta, incluso el Foro de los Balbos y las escaleras que suben hasta la muralla. También la plaza de San Juan, Clavellinas, la calle de San Pedro. Por todos los lados, por las esquinas, las calles repletas de ciudadanos unidos por el único motivo que es capaz de volar por encima de las ideologías de cada uno. Unidos por la defensa de la vida. Gritando desde el silencio, desde la calma, desde la convivencia pacífica, clamando contra la muerte.

"No más sangre, basta ya". "No a la violencia. Por la vida". "No más bombas". "Asesinos". "Por la libertad". "No al terrorismo". Y muchas frases más. Voces espontáneas de repulsa. Lágrimas anónimas de personas que pasaban a tu alrededor. El sentimiento a flor de piel de cuantas gentes de buena voluntad se manifestaban. Todo un rosario de lo bueno que puebla la condición humana.

Decir en estos momentos de zozobra que no quedará impune la masacre. Pensar que tantas muertes de inocentes servirán para algo. Clamar desde el alma contra la inmensa injusticia de unos bárbaros, sean quienes sean, no servirá para traerles las vidas a los 200 seres que las han perdido, tan brutal como injustamente. Pero al menos puede valer para que unas bocanadas de aire puro se esparzan por este viejo mundo. Para que aprendamos a buscar lo mucho de bueno que tiene nuestra sociedad. Incluso para que algún día los miserables dejen de existir. Es obligado luchar desde el marco común de la democracia para que esto no vuelva a suceder. Será una forma de rendirles testimonio a estos muertos, que lo son de todos. Será la mejor forma de que sus muertes hayan servido para algo.

*Catedrático de la UEX