Dame oídos y os daré más de una voz. Tenemos métodos avanzados para proteger nuestros bienes de cualquier tipo de amenaza, pero, por desgracia, no tenemos seguros para la vida tranquila de los niños. Aplaudo la solidaridad de nuestro país con la familia del niño Dónovan durante casi un año. La esperanza de la humanidad está en la niñez. Ellos tienen derecho a vivir, a que se les cuide y se les ame. Aún se oye el clamor de las cuarenta horas de agonía de la niña de 22 meses que murió en octubre en Telde (Gran Canaria) por inhalación de cocaína o crack , que alguien le dio o, al menos, puso a su alcance. Su padre, separado, la había dejado allí la noche anterior, al cuidado de un amigo. En una chabola de Madrid ya no estarán tras la puerta unos ojos espantados esperando alimento. La madre confundió la lata donde su marido, traficante, guardaba la droga, con un bote de leche en polvo.

Las estadísticas de la CEPAL nos horrorizan. Hay cientos de millones de niños sumergidos en la pobreza y el abandono ante quienes los organismos defensores del niño se quedan mudos. La masa infantil desechada sigue siendo ahorcada con sogas de prostitución, delincuencia, nuevas formas de esclavitudes, tráfico de órganos, turismo sexual, reclamo y negocios de pervertidos ricos compradores y vendedores de menores pobres. Leía: "Sólo en México, más de 4 millones de niños menores de 14 años trabajan como limpiaparabrisas, payasitos, diableros, cerillos, obreros en albañilería, empleados domésticos y jornaleros agrícolas". Vi y conté.