El tercer informe mundial que ha aparecido en pocos meses sobre la amenaza del cambio climático y cómo paliarlo, acordado en en la ciudad de Bangkok el viernes, no contiene novedades inesperadas que modifiquen o añadan alarma a los informes anteriores, pero aportan una sana voluntad de ser comprensibles para la mayoría de la población.

El documento acordado entre representantes de 150 países y un colectivo científico de primer nivel cierra el ciclo de los más recientes documentos conocidos en los últimos meses. Primero fue el informe de carácter científico, después el político y ahora el económico.

Los integrantes del Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC en sus siglas en inglés) han lanzado un cifra emblemática: el 0,12%. Es una alusión directa a lo que cuesta al crecimiento del PIB mundial la aplicación de normas de buena conducta para evitar la progresión imparable de emisión de gases nocivos a la atmósfera, que causan el calentamiento del planeta.

Este 0,12% son 55.000 millones de dólares (40.000 millones de euros, 6,7 billones de pesetas) sobre un PIB mundial de 46,3 billones de dólares. Las reticencias a la hora de aceptar las nuevas propuestas provinieron de Estados Unidos, por el dominio ideológico de los neocons, y de países como China y la India por su preocupante falta de experiencia en crecimiento sostenible.

Pero se impone la idea dominante de los últimos meses: el cambio climático quizá no amenaza la supervivencia del planeta (dos grados más de temperatura no son un cataclismo, ya se han dado en otras eras), pero sí supone un peligro para el modelo de crecimiento económico. Su aviso más comprensible entre nosotros es que el calentamiento amenaza a parte del sector agrario, energético y turístico español.

De las propuestas acordadas en Bangkok, la más determinante es la de cambio del modelo energético, que en resumidas cuentas propone exigir a quienes obtienen combustibles fósiles --petróleo, carbón, gas-- que espabilen en aplicar efectivamente el uso de nuevas tecnologías para ser menos contaminantes.

Por contra, el Grupo Intergubernamental para el Cambio Climático han dado otro espaldarazo a la energía nuclear, con poca exigencia sobre los residuos que genera, y se ha avalado la producción de nuevos carburantes para coches con sucedáneos de la gasolina obtenidos a partir de cereales o vegetales, sin acompañarlo de la evaluación del riesgo que supone el fomento de estos cultivos en países pobres o emergentes. Iniciativas de este tipo pueden suponer una importante salida para comunidades, como Extremadura, con un notable peso del sector agrícola. En ese sentido, dentro del mapa energético de renovables, la región cuenta ya con algunos proyectos, caso de Valdetorres o Los Santos de Maimona, que ultiman su producción de biocarburantes con materia prima extremeña.