TLtas iras del populacho siempre han sido desagradables. Tanto es así que monstruitos como Nerón , saturados incluso en pleno desvarío de la crueldad mafiosa de sus Tigelinos, cuando el pedruscón albergado en donde debían tener el corazoncito les avisaba de que la turbamulta no aguantaría más desmanes sin asaltar el Capitolio, buscaban una cabeza de turco. ¡A los leones! Y pasaba el peligro. Es tener un cristiano, un judío, un cura, un protestante, un católico, un orzowei cualquiera, vaya, y los poderosos de esta tierra ven --de momento-- resuelto el problema.

A veces falla, la verdad, como pasó con el propio Nerón, en la Edad Antigua y con Mussolini , Ceaucescu o Sadam en la Contemporánea, pero el hombre es terco y el tirano a menudo lelo suele creerse todopoderoso e inmune. Bien dirigidos o manipulados o engañados, los justamente indignados encuentran donde desahogar su ira, su hambre, ansiedad, desconsuelo, su rencor por tantas mentiras, injusticia y maldad. Porque la fuerza épica de las masas que emociona en cuadros como La libertad guiando al pueblo del siglo XIX, goza en el XXI de enorme popularidad.

Claro que lo popular no tiene por qué ser lo justo, ni, aún diré más, lo necesario. Y ahora mismo en esta patria nuestra de la camelancia y el trapicheo no hay tiranos. Pero cuando leo en este periódico que a un setenta y tantos por ciento de encuestados les parece muy requetebién la practica del escrache como método de presión contra los diputados, soy consciente del fracaso morrocotudo de toda esta pamema de democracia, tolerancia, respeto a los valores y convivencia.

Porque tanta gente respetable que leerá estas mismas páginas consideran que es guay ir a casa de uno, y más si es del PP, el muy orzowei, gritarle, insultarle y como no le pegan a él sino solo su foto en la pared ominosa donde nada más falta el "reward dead or alive", pues lo llaman "coacción pacífica". Luego van otros y le queman la puerta al alcalde de Fuente del Maestre y a rasgarse las vestiduras. Y es que ahora "Sí se puede". Vejar y amedrentar. ¡Qué adelanto!