Cortázar escribió: "Queremos tanto a Glenda". Nosotros, queremos tanto a Susi, nuestra gata, sobre todo mi mujer y mis hijos. Mi mujer quiere a la gata como sólo las mujeres saben querer todo lo que aman, la gente, los animales, la vida que late. Tuvimos dos cobayas y mi mujer las alimentaba, las cuidaba entrañablemente hasta que les llegó su hora. Con una hoja de lechuga en la mano, lloraba silenciosamente, cuando ya no estaban los animalitos en casa, cuando ya las había enterrado ella, más allá del jardín. Ahora tiene a la gata a la que mira, a la que mima, a la que quiere con un amor que nunca entierra, hacía sus animales. Y está, asimismo, mi hermana que tiene dos perritos a los que quiere, con los que juega, con los que se ríe. Dos perritos que ella dice que son comunes, pero yo los he visto en su móvil, y son dos perrillos extraordinarios, graciosos, los dos con el hociquillo negro. Mi hermana vive en Talayuela y quiere traerle un perrito a nuestra madre, que está enferma y es mayor. Mi hermana quiere darles la alegría del perrito a nuestros padres, para hacerle más leve la enfermedad, la torpeza, los años, para que no se deshagan sus horas en tristezas y pesares. Mi hermana se olvida de sus propios problemas y sonríe, enjugándose las lágrimas cuando ve a Joaquina y José, nuestros ancianos padre, un poco más felices.