TLta guerra interior del PP tiene un reflejo en el mundo de la alta cocina. Las dos batallas son por las esencias. Santi Santamaría arremete contra el líder mundial, Ferrán Adriá , porque considera que el primer cocinero del mundo no defiende la pureza de la cocina tradicional. Como si fuera posible el liderazgo sin innovación. Los enemigos de Mariano Rajoy ni siquiera dan la cara y andan buscando definiciones para su inmovilismo, abominando incluso de la reivindicación del centro, que no es otra cosa que el utilitarismo en la equidistancia de todas las cosas.

Algo grueso está pasando en España cuando las batallas por el tradicionalismo en la cocina y en la política centran tanta expectación. Los duros y los blandos del PP no quieren que Rajoy ocupe el centro y unos y otros organizan minorías de bloqueo sin ser capaces de formular una alternativa porque entre otras cosas no serían capaces de ponerse de acuerdo ni en las personas ni en las ideas.

El cocinero catalán Santi Santamaría reclama una ingesta saludable de cerca de doscientos euros el cubierto como si ese dineral pudiera pagarse sin exigir una sofisticación añadida a los productos naturales: para las alubias de la abuela no hace falta un viaje a Cataluña.

Hay muchas más cosas en común entre el mundo del PP y la cocina. La primera, un narcisismo desbordado en el que Santi Santamaría podría reclamar las tres estrellas y para compartirlas con Esperanza Aguirre . La segunda, el cinismo: ¿quién puede decir, en esos mundos, que no le ha puesto glutamato a unas croquetas o que no ha compartido cama política con Pedro J. Ramírez ? La tercera, sencillamente, miedo a la modernidad apostando por un conservadurismo que ya es caduco. En el PP coexisten dos culturas políticas irreconciliables que tienen su reflejo en los fogones y también en la Iglesia. Podríamos decir que Esperanza Aguirre, Rouco Varela y Santi Santamaría quieren ser los guardianes de las esencias de sus respectivos universos.

En el otro lado está Ferrán Adriá, al que se le podrá acusar de todo menos de carecer de instinto de superación. Mariano Rajoy en realidad es otra cosa, porque tiene mucho más difícil su paso de la política más conservadora y tradicional a las emulsiones del centro y la moderación. Incluso aunque Adriá le diese cursos de innovación acelerada, su universo es el de Santamaría. A Rajoy no le quieren en ningún sitio porque en el fondo es un converso. Lo de Santamaría se curaría con humildad.

*Periodista