Se va acercando el final de la China comunista.Tal afirmación podría parecer prematura, fruto de una imaginación calenturienta. No obstante, cada vez se hace más probable. Quien esto escribe no tiene pretensión de futurólogo, pero parte de su propio anuncio, en 1982, en la prensa, de la pronta descomposición del régimen comunista estalinista y de la Unión Soviética. (Está en las hemerotecas.) Acaeció solo siete años más tarde. Uno se pregunta cómo es posible que se afirme que nadie previó el evento, cuando ya en 1982 los acontecimientos en el imperio soviético, por ejemplo, en Polonia, lo anunciaban.

Suponer que la represión de la manifestación en la plaza de Tiananmen fue tan eficaz que el régimen iba a durar sine die carece de fundamento. En China, hoy, las victorias represivas incluyen costes elevadísimos que un partido totalitario como el (llamado) comunista encaja cada vez con mayores dificultades. Hay, eso sí, infaustas victorias. La destrucción de la nación tibetana está probando su eficacia. La solidaridad del resto del mundo con el Tíbet ha llegado a ser espectacular, pero no compite eficazmente con la llegada del ferrocarril más alto del mundo a Lasa para descargar millares de chinos de etnia han y cuantas tropas sean necesarias para sinificar aquel inmenso país. La represión en Xinjiang ha encontrado menor eco solidario en Occidente, aunque sí mediático, pero su coste para la China comunista es altísimo. Xinjiang es un país de lengua y cultura turcas, colindante con países de esa etnia, afganos, turcomanos, uzbekos, kazajos y kirguís, a los que se une, más allá, la propia Turquía. La vastísima área túrquica es musulmana y está ahora en tensión abierta con el área china. El precio de la represión en aquella parte del mundo es el de ganarse enemigos acérrimos donde nadie puede permitírselo. (Con el islamismo no se juega.) Ahí se estrellaron el imperio británico, luego el ruso, también el soviético (su Vietnam) y ahora estamos empantanados todos, sin que Obama , de momento, lo remedie.

Pero no será esa la causa principal del colapso que se viene encima. La principal será la contradicción estructural --para decirlo en un lenguaje marxista que seguro que compartirán los cuadros del Partido Comunista de la República Popular China-- entre el partido único maoísta --¿la vanguardia del proletariado?-- y el capitalismo como sistema económico que China ha adaptado con tanto brío. Hay una falta total de encaje entre el socialismo leninista y el sistema capitalista. Son mutuamente incompatibles. Si conviven, vence el capitalismo y agoniza, con pena y sin gloria, el comunista.

El camarada Hu Jintao , presidente actual, con sus modales de ejecutivo occidental, debería saber estas cosas. Por lo menos, el Gran Timonel, Mao Zedong , las sabía perfectamente. Nadie puede reprocharle que no fuera consecuente con sus propias ideas, que aún hoy proclama el partido que monopoliza todo el poder en China, puesto que sus periódicos y anuncios públicos continúan afirmando que siguen inspirándose en el "Invencible Pensamiento Mao Zedong".

Capitalismo y democracia pluralista y liberal no son una y la misma cosa. Pero sí es cierto que en buena medida son compatibles. De ahí que regímenes dictatoriales como el del general Franco pudieran descomponerse pacíficamente merced a su infraestructura capitalista. El régimen chino, en cambio, ha decretado la instauración del capitalismo y de una nueva burguesía industrial y financiera sin soltar las riendas del poder, del que viven unos 75 millones de miembros y funcionarios del partido único. Se benefician, también, Shanghái, Hong Kong y tantos emporios de expansión capitalista. Se benefician de una exportación masiva de bienes baratos a base de explotar sin misericordia a la clase obrera, a cuyo servicio dicen estar.

Lo que ya no podrán hacer es frenar las consecuencias del abismo creciente que se está produciendo entre un orden político totalitario y un orden económico basado en la empresa, el individualismo posesivo, la concurrencia mercantil y los demás rasgos propios del capitalismo. Dentro de solo unos años, el desajuste entre uno y otro ámbito de todo el orden social no podrá subsanarse más que con sangre, sudor y lágrimas. Con más represión y menor respeto aún a los derechos humanos. A lo sumo, podría suceder como en la antigua Unión Soviética y los países del Este europeo, donde la aparecida clase oligárquica y corrupta, procedente de las filas de los antiguos partidos monolíticos, ha ido transformándose en burguesía capitalista. Pero eso sí que es imposible predecirlo, porque la vieja China permanecerá tan inescrutable como siempre. No tanto, sin embargo, para que no podamos avanzar un final que se va acercando a pasos agigantados. Será un episodio cruel.