En algunas comunidades hay prisa porque los estudiantes vuelvan a los centros educativos. Hay políticos, como Ada Colau, que lo exigen y otros como el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, que han manifestado sus dudas y la consejera de Educación extremeña ya ha anunciado que los niños de 0 a 6 años no volverán este curso.

Al pasar de fase, parecía urgente una respuesta a la vuelta a las aulas, pero las cifras son tozudas y demuestran que el virus no ha pasado, que no hay inmunidad de grupo, ya que ni la provincia de Cáceres ni la de Badajoz llegan al 4% y aumentan los casos de sospechosos y positivos, niños incluidos.

Conclusión, no es el momento de volver. Si lo que se antepone, y es lo que debe anteponerse, es la salud, no deben volver. Porque esta sí que no sería una vuelta a la normalidad y, además de sanitariamente, podría afectar emocionalmente a los niños más que la situación actual. Las imágenes de la vuelta al cole en Francia son verdaderamente tristes, con menores en el patio dentro de un círculo de tiza del que no pueden salir o sobre una cruz en el suelo. No veo difícil que las distancias de seguridad pudieran mantenerse en las clases, pero ¿en el recreo? Y, si se mantuvieran, ¿realmente sería beneficioso para los niños, para los adolescentes?

Los niños quieren jugar con sus compañeros y los adolescentes necesitan a su grupo, no hablar con sus amigos a dos metros de distancia. La decisión de la Junta, con excepciones para cursos finales de etapa, ha sido un acierto.

Así, emocionalmente no le veo ventajas. Además, en el ámbito educativo, todos están ya más que acostumbrados a la teleeducación. En el caso de los pequeños, se ha argumentado la necesidad de conciliación de los padres, como si los progenitores de niños mayores de seis años no la tuvieran. Esa no es la tarea de la educación, ni debería serla, aunque tristemente lo es en muchos casos. La verdadera conciliación la debe proporcionar el empleador, desde lo público, en el caso de los funcionarios y, desde lo privado, en el resto de empresas. Porque los abuelos tampoco deberían ser la solución y menos ahora.

Quedarse en casa supone, es cierto, un sobreesfuerzo, tanto para padres, como para profesores y alumnos y no hay mejor educación, en términos globales, que la presencial, pero mejor eso que acabar en el hospital con oxígeno o un tubo para respirar. Que no se olvide que la salud es lo primero. H*Periodista.