Son las nueve de la mañana y decenas de niños y niñas corretean y hablan a voz en grito en el patio delantero, mientras los padres y madres se saludan y los maestros y maestras salen uno a uno a recibirlos a la puerta. Mientras la limpiadora recoge algunos de sus cachivaches, la conserje se sienta en su mesa, el director saluda con una sonrisa a cuantos visitantes y actores pueblan la imagen. Es una mañana cualquiera y la escena podría ser la de cualquier colegio de Extremadura.

Pero no, nos encontramos en el Colegio Público Antonio Machado, un centro cualquiera, pero también un centro singular. Como así lo acreditan los numerosos premios y reconocimientos que atesora su sala de profesores. Como así lo atestiguan el grupo de padres y madres (entre 30 y 40) que cada semana participan en actividades de formación organizadas en el propio centro. Como lo confirma el notable aumento en las estadísticas sobre asistencia del alumnado de E. Primaria (la media del curso de alumnado absentista se situó el curso pasado en un 11,9%) Como lo confirman las asociaciones y colectivos que trabajan en el barrio y que colaboran habitualmente en dar vida a un colegio diferente. Lo es porque no es un colegio, es una comunidad. Porque no se entiende de otra manera la pasión y el compromiso que le pone el profesorado del colegio o los lazos afectivos y de apoyo entre el barrio y el centro.

No pretendemos dar una visión edulcorada de la realidad. Aquí cada éxito es fruto del trabajo diario, de la colaboración de tods, del liderazgo de cada maestro, de la paciencia y la confianza de padres y madres y de esos pequeños detalles que nos dicen que nuestra entorno es diferente al de otros centros. No queremos ignorar la realidad, queremos transformarla convirtiendo las dificultades en posibilidades.

Entiendo, pero no comparto a aquellos que defienden que las personas con necesidades educativas especiales (deficientes auditivos, visuales, de movilidad, autistas, de colectivos en especial riesgo de exclusión social-) no deben ir a un centro "normal", a una clase "normal" y no contar con ningún apoyo especial. Supongo que ninguno de ellos tiene un hijo con diversidad funcional.

También a aquellas personas que consideran que lo que no es "económicamente rentable" hay que cerrarlo; por lo que supongo que también abogarán por cerrar las Unidades de Cuidados Especiales de todos los hospitales; en la mayoría de ellas hay, casi siempre, más sanitarios que enfermos; eso también es un despilfarro económico, como mantener abiertas las urgencias rurales, los bomberos o la red de ambulancias, qué solo trabajan cuando hay una emergencia.

En la escuela del siglo XXI el reto consiste en articular adecuadamente la función transformadora de la escuela con las demandas sociales en pro de una sociedad más justa, equitativa y democrática. Porque la educación inclusiva tiene que ver con cómo, dónde, por qué y con qué consecuencias educamos a todo el alumnado y enfrentarse a desafíos (y a sus etiquetas).

Por todo ello, los docentes tenemos una tarea esencial en la sociedad del futuro. Y los maestros de la educación pública en particular, en nuestra doble condición de funcionarios y docentes, tenemos, si cabe una mayor responsabilidad en ayudar a que la escuela pública garantice el derecho a una educación inclusiva y de calidad. Esa realidad se hace más nítida en los centros de atención educativa preferente por lo que debemos esforzarnos por crear contextos educadores para ayudar a nuestros hijos e hijas a que se desarrollen de modo que sean capaces de alcanzar todo su potencial.

Esta carta no es un alegato, es un grito de esperanza para todos los maestros y maestras de colegios públicos que trabajan cada día por una educación mejor y lo hacen desde el respeto a la diversidad y desde el amor a una profesión tan vilipendiada, despreciada y olvidada como necesaria para construir una sociedad mejor. Estos días comienza un nuevo curso y voy con más ánimo que nunca para demostrar que seguimos siendo muchos los que creemos que todos y todas tenemos derecho a una educación pública y en igualdad de condiciones, pero eso sí, soy diferente a ellos, y estoy orgulloso de mi trabajo, de mi compromiso y del de miles y miles de docentes. Un curso nuevo comienza y con él llegarán nuevos retos y, estoy seguro, nuevos éxitos que algunos nunca valorarán.