Todavía no ha terminado el curso escolar y ya se piensa en el próximo, y como siempre por estas fechas el mismo problema, más alumnos y menos plazas, con lo cual siempre se quedará un niño sin matricularse en el colegio elegido.

El próximo año, en Mérida, habrá un colegio menos, el colegio Santo Angel. Durante más de 40 años ha permanecido abierto enseñando y educando a miles de niños, niños que hoy son padres y han vuelto a llevar a sus hijos al mismo colegio; otros alumnos que hoy somos padres no podremos llevar a los nuestros a Santo Angel, se quedarán sin poder ver la ternura de don Mariano, la alegría de la señorita Choni y de la señorita Maribel, el trato de madre de la señorita Julia, y, el amor desmesurado a una profesión, a un colegio y a sus alumnos de don Emilio y doña Lali.

Cuando el mes de septiembre llegue, la calle Lope de Vega quedará desierta, no se verá a los chiquillos correr cartera en mano para entrar como cada día al colegio, ni se les oirá jugar en el recreo.

Decir Santo Angel es decir amigos, es decir una infancia llena de alegría, es decir un grupo de profesores que enseñaban como todos, que educaban como pocos y que querían a sus alumnos como ningunos.

Siento nostalgia de todo ese tiempo, y me da pena que Beatriz no podrá decir nunca... Yo voy al Santo Angel, a don Emilio y doña Lali .

Jorge A. González Méndez **

Mérida