Hace muchos años, cuando yo era niño, oía la canción La nueva generación de los hombres extremeños . Me deleitaban aquellos versos: De colores se visten los campos..., los pajaritos que vienen de fuera... y el arco iris que vemos brillar... . Parecía la esperanza llamando a la puerta de la región, que no quería ser la última de nuestro país. Aquella música y aquella letra me hacían soñar y mecerme sobre el viento, la arena y el mar. Tras los cristales de mi ventana, que mira al picacho más alto de Sierra de Gata, Jálama, veía caer la nieve y cubrir la tierra con un precioso manto de infinitos colores. Ver nevar era el regalo de cada invierno. Del cielo iban cayendo lentamente los copos, cada uno de un color, había miles y miles de tonalidades, cada copo era de un tono diferente. El espectáculo se convertía en la magia de los colores en movimiento.

Esto era así, porque el señor don invierno tenía a todas las hadas del frío pintando, uno por uno, los copos de nieve. Hoy, al contemplar las flores de nuestros campos florecidos en medio de árboles desnudos, descubrí que don invierno era amigo íntimo del rey de los colores y éste le servía todos los que precisara cada año para decorar las frías nevadas y cubrir a la hierba recién nacida con una túnica de seda blanca, una fina capa de raso de múltiples colores y un precioso velo de tul azul, coronado con una diadema de flores blancas, amarillas y rojas.

No es fantasía. El invierno del pasado es amigo del rey de los colores. En nuestra historia llena de hombres ricos en amores de muchos colores, lista para cantar al mundo el testimonio del hombre extremeño del hoy que como el de ayer , a pesar de la herida del olvido, no dará su arena al viento.