Se abre el telón. Despacho de Pedro Sánchez, que permanece sentado en el sofá, deleitando la copa de vino. Carmen Calvo sigue reclinada en el sillón presidencial.

Entra en escena un hombre vestido con un mono azul, porta una caja de herramientas. Es un operario de mantenimiento de la Moncloa.

Operario: «Vengo a precintar el sillón, señora Calvo --se dirige hacia el sillón y deja la caja en el suelo--. Debe levantarse».

Carmen Calvo: «Ay qué pena, con lo agustito que estoy yo aquí sentada. ¿No podría dejarme un poquito más?».

Operario: «Si por mí fuese podría quedarse sentada toda su vida, pero tengo orden de precintarlo hasta que tenga un nuevo dueño».

Carmen Calvo se levanta. En ese momento entran en escena Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal.

Pablo Casado: «Prefiero enfrentarme a una caterva de zombis que a una congregación de feministas».

Santiago Abascal: «No te quejes, que la peor parte me la he llevado yo. Mira que chichón me han hecho dándome un cazuelazo --se lleva un dedo a la frente--».

Carmen Calvo, con ironía: «Pues denúncialas».

Pablo Casado se fija en el operario y le dice: «Oiga, creo que usted podría hacerle un buen servicio a España. Me gustaría ficharle para mi lista de candidatos al Senado. Me faltan un futbolista y un obrero».

Operario: «¿Yo? Si no tengo ni idea de política».

Pablo Casado: «Sólo es para hacer bulto. Iría de los últimos, como usted comprenderá».

Pedro Sánchez: «Pablo, estás intentando hacerme competencia desleal. Si fichas a un obrero, yo ficharé a un empresario».

Pablo Casado: «Los que hacen competencia desleal son el Albert y Santiago, que me han birlado varios afiliados de alto rango».

Santiago Abascal: «Si a alguno de vosotros les sobra un ecologista, un actor, un inmigrante o un pacifista, me lo podríais ceder. Puestos a fichar por conveniencia...».

El operario saca de la caja un pequeño tramo de alambre de púas y lo coloca en el asiento del sillón; luego ata cinta de precintar de un brazo al otro. Después abandona el escenario diciendo: «En este sillón no se sienta nadie hasta después de las elecciones. Y a quien el pueblo se lo dé, la razón se lo bendiga. Por el bien de todos». Fin de la comedia.