La comparecencia de Rodrigo Rato ante la comisión del Parlamento catalán que investiga la actuación de las entidades financieras durante la crisis del sector solo sirvió ayer para confirmar que el que fuera vicepresidente económico de Aznar tiene un muy alto concepto de sí mismo y cree que no hay ningún motivo por el que deba disculparse por su gestión al frente de Bankia, el mayor desastre bancario de la historia de España. Cierto es que Rato estuvo poco más de dos años en la presidencia de Bankia, cuyos males venían de lejos, pero fue bajo su mandato que la entidad salió a bolsa con un precio de la acción artificialmente alto, lo que, entre otros efectos, dejó sin ahorros a decenas de miles de clientes cuando estalló el caso de las preferentes. Como hizo en su día en el Congreso, Rato se escudó en el Banco de España o la Comisión Nacional del Mercado de Valores para declinar toda responsabilidad.