WTw oronto acoge desde ayer la 16 Conferencia Mundial del Sida, con la participación de más de 20.000 expertos. A falta de poder anunciar el desarrollo de la vacuna que ponga fin a esta pandemia --que mató a 2,8 millones de personas en el 2005, año en el que hubo, además, 4,1 millones de nuevos contagios--, el mejor resultado que se puede esperar es que se haga realidad lo que reza el lema escogido por los organizadores: Es tiempo de cumplir. Porque es exactamente eso lo que deben hacer quienes tienen responsabilidades en la erradicación de la enfermedad: cumplir las promesas hechas en las conferencias anteriores.

En primer lugar, los gobiernos. De ellos depende que el ciudadano no baje la guardia ante el sida, convencido de que ya no es más que una enfermedad crónica. La información --en la escuela, en los medios-- es prioritaria. También depende de ellos que el Fondo Global contra el Sida disponga de dinero para avanzar en la investigación con microbicidas, una puerta a la esperanza, y que retrocedan la homofobia, la desprotección de la mujer y la pobreza extrema, que agravan el problema.

Por último, en manos de la industria farmacéutica está que el tercer mundo acceda a los retrovirales y a la producción sin obstáculos de genéricos. Y en las de la Iglesia, sumarse al realismo y dejar de denostar el uso del preservativo para detener la extensión de la enfermedad.