Consejero de Obras Públicas y Turismo

Cuando hablamos de bombas que matan, de guerra e intolerancia, deberíamos hablar de bombas que permitan la vida, la paz y la tolerancia. Mientras hoy se mata por el petróleo porque se carece de él, hoy se deja morir por el agua porque se carece de ella. Este terrible y cruel contraste que se vive a diario es hoy más evidente en el Día Mundial del Agua, dedicado este año al Agua Potable auspiciado por la ONU y UNESCO. Ahora todo es más cruel, y casi obsceno, cuando no se ha hablado de un Foro Mundial del Agua celebrado en Kioto donde, entre otras cuestiones, se afirma que más de dos millones de personas mueren anualmente en el mundo tan solo por enfermedades asociadas a la carencia y mala calidad de agua. ¡Todos los años el equivalente a la población de Extremadura y Asturias muere, siendo la mayor parte de ellos menores de 5 años!

Se ha declarado una guerra. Nos han declarado una guerra contra todos los que deseamos la paz. Sin embargo ese ahínco, tesón y esos recursos económicos no se utilizan para declarar la guerra contra la sed, contra la carencia y la mala calidad del agua que deja morir a miles de seres humanos.

Ahora y todo el año reivindicamos la paz y la lucha contra la sed. Exigimos la intolerancia contra una desigualdad que mata y deja morir, mientras la opulencia desaprovecha y desperdicia el agua. Exigimos ser intolerantes contra la falta de agua.

Nuestras acciones individuales, nuestra decisión personal, nos cuesta poco pero vale mucho. Nuestra acción individual en el uso racional del agua debe extenderse a nuestro compromiso para que en otros lugares del mundo se pueda acceder libremente a ese recurso escaso, valioso y que es patrimonio de todos. Nuestro compromiso para depurar las aguas, para convivir con ellas sin destruir cauces y ríos o sin poner en peligro la vida de los seres humanos debemos trasladarlo a otras partes del mundo.

Hoy más que nunca, invocando la paz, la igualdad y la tolerancia debemos actuar localmente y pensar globalmente. El agua es un ciclo. La vida, y sobre todo la vida de los seres humanos, es otro ciclo que demasiadas veces se trunca e interrumpe por la falta de agua y por la existencia de una cruel intolerancia.