El lenguaje es el principal medio del que se sirve el hombre para adquirir conocimientos e intercambiarlos con sus semejantes. Por ello siempre me ha parecido paradójico que la humanidad abogue por la transmisión cultural universal fluida y a la vez por la diversidad de lenguas de los pueblos que existen en el mundo. ¿Se imagina usted los libros que podría leer, que ahora no puede porque no están escritos en el idioma que usted habla, si todos los terrícolas habláramos una misma lengua?

Es paradójico también, que a la vez que facilitamos la comunicación usando los avances tecnológicos, como el móvil o el correo electrónico, inventamos nuevas voces y expresiones léxicas o dispositivos cibernéticos que la dificultan. Desde la reducción o cambio de fonemas en las palabras, ideado por los jóvenes para economizar tiempo y trabajo cuando contactan con el móvil o en los chats, hasta el uso de contestadores telefónicos informatizados, que muchas empresas instalan en sus centralitas para ahorrarse una voz de humano asalariado, y nos obligan a escuchar una voz de robot que nos invita a teclear números para resolver nuestra consulta.

Me cuenta mi amigo Carlitos García que ha conocido a un informático muy friki que ha ideado para el móvil una controladora de llamadas. Cuando alguien llama, una voz femenina atiende y dice: "Este es el teléfono de Pedro C., si desea usted saludarme marque el 1; si lo que desea es quedar conmigo para tomar una caña marque el 2, si es usted una de las personas que me debe dinero marque el 3, si desea preguntar por mi salud marque el 4, si llama para insultarme o es usted un acreedor marque el 5 y manténgase a la espera. Para cualquier otro tipo de llamada, marque asterisco. Gracias".

Carlitos dice que es un invento tan absurdo como innecesario, pero cree que tendrá éxito cuando se comercialice, porque ha llegado a la conclusión de que el ser humano, debido a su superior inteligencia, es el único animal al que le gusta complicarse la vida sin necesidad.