La condena de los dos jóvenes acusados del asesinato de Rosario Endrinal, la mendiga a la que, junto con un menor ya juzgado y condenado, quemaron viva en diciembre del 2005 en el vestíbulo de una sucursal bancaria en Barcelona, es la que correspondía. Los 17 años de cárcel para cada uno, que en principio cumplirán íntegramente, es un castigo adecuado dada la juventud de los condenados y a los propósitos rehabilitadores del sistema penal. El crimen fue especialmente cruel, pero la justicia no es ni debe ser vengativa. Lo que quizá sí empezó como una gamberrada, derivó en asesinato cuando los agresores, con alevosía vertieron un líquido inflamable que fueron a buscar a una obra próxima y le prendieron fuego "conscientes de la altísima probabilidad" de que la mujer muriera, como así fue. Los condenados, que ahora tienen poco más de 20 años, saldrán de prisión con 37. Ojalá puedan rehacer entonces sus vidas y ojalá este caso sirva de escarmiento a tanto gamberro descerebrado y a tanto matón sin conciencia y cobarde que acosa a los débiles: inmigrantes, pobres e impedidos.