El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha avalado por unanimidad las llamadas «devoluciones en caliente». Para ello, resalta que los inmigrantes «se pusieron ellos mismos en una situación de ilegalidad».

Hablar de lucha contra la inmigración contribuye a mantener el falso imaginario colectivo que ve la diversidad humana como un riesgo para la identidad europea y, por tanto, legitima la vinculación de inmigración e inseguridad colectiva, sobre todo en tiempos de crisis económica y de empleo como los actuales. En el mejor de los casos, identifica a las personas desplazadas como gente ajena al modelo de convivencia y ciudadanía consolidado y, por lo tanto, como una carga para el precario Estado de bienestar que nos queda.

Olvidamos que los emigrantes dejan su país en busca de una dignidad personal que allí no van a conseguir, y que aquí les negamos sistemáticamente. Se está utilizando de forma retrógrada la situación que sufren contra ellos mismos, y como arma arrojadiza contra la libertad personal de todos nosotros. No me parece la conducta más apropiada para una Europa que quiere ser alternativa a los integrismos y al terror que ocasionan.