Hay que reconocer que en Extremadura nos sentimos orgullosos de mantener tradiciones. Seguimos siendo, en cierto modo, un lugar donde en ocasiones el tiempo parece detenerse. Quizá porque la vida (cada menos, ¿no?) huye de esas frenéticas (y no siempre útiles) velocidades que marcan el ritmo de las "grandes ciudades". Estamos con una mano en la pantalla del móvil, y otra ejerciendo de costalero. No tendremos AVE, pero nos postulamos como guardianes de las esencias. No es poco.

Y digo esto porque donde más compruebo que se usa el amplísimo refranero español es en nuestra tierra. "Cuando el diablo se aburre, mata moscas con el rabo". Siendo niño, lo oía una y otra vez. Supongo que no alcanzaba a comprenderlo. Y que, cuando ya tenía algo de cuajo y mucho de impaciencia, despreciaba la enseñanza que contenía. La juventud, decía Rubén Darío , es una enfermedad que se cura con el simple paso del tiempo.

La cantidad de ocio de la que disfrutamos como sociedad es al mismo tiempo bendición y castigo. El ocio es central actualmente en las sociedades más avanzadas. No solo económicamente, aunque está claro que el esparcimiento funciona como motor económico. Ayer me dieron un dato que me resultó impactante: los derechos de autor vinculados al ocio --películas, libros, videojuegos, apps -- contribuyen en más del 15% del PIB de Estados Unidos, con un crecimiento anual del 60%. Pero no quiero referirme a eso, sino a un lado ligeramente más amargo.

Si atendemos a las redes sociales, estamos rodeados, monitorizados, espiados, dirigidos. Los aviones nos lanzan ráfagas con elementos químicos para controlarnos. Facebook tiene un archivo personal de cada persona para usar en determinados casos. Y el Real Madrid controla la Liga, la UEFA y el Consejo del Rey en Poniente (no sé porque hemos descartado ya a Florentino sentado en el Trono de Hierro...).

XLO CIERTO ESx que no pasan de confabulaciones de salón, que tienen un punto de imaginación que se hace hasta entretenido. Menos gracia me hacen aquellos que dudan de los ataques del islamismo radical y ven la mano siniestra de gobiernos occidentales empeñados en crear miedo como una bastarda forma de control. Los mismos que insinuaban que los mercados impedirían una victoria de Syriza en Grecia. Los que hablaron de pucherazo en las últimas elecciones españolas, inundado de supuestos gráficos y datos manipulados un robo que nunca se produjo. Los mismos, claro, que no tienen empacho en fabular sobre el porqué de la falta de gobierno en España.

Mis "conspiranoias" favoritas pasan por la mención del Ibex-35 como una especie de salón de enemigos de James Bond mesando blancos gatos de angora mientras agitan pesadas copas de cognac (francés). Ese Ibex-35 que según un político muy "campechano" agrupaba a las 150 empresas españolas más grandes (¿no pensó en el origen del nombre?). Según he leído, y no solo en un sitio y no exclusivamente en un foro, son los empresarios los que presionan a Pedro Sánchez para que permita formar gobierno.

Acabáramos. A lo mejor, si cualquiera de estos vates (vagos) le hubiera dado por avisar al presidente Vara de la terrible presión que sufre su líder, se habría ahorrado el ser diana pública toda la semana. Pero, claro, eso no es presión. No viene del Ibex-35 o del esclavista Amancio Ortega . Con lo fácil que sería llamar al contrataque de Ferraz como lo que es: una rabieta en forma de ajuste de cuentas.

Yo comprendo que la falta de gobierno "nos deja" mucho tiempo libre. Y ya saben (leer más arriba la mención a un señor de rojo). Por supuesto que entiendo la comodidad de fantasear para explicar una realidad que no nos complace. La sensación de alivio de pensar que hay siempre fuerzas ocultas y malvadas que nos estropean la partida, moviendo peones a su antojo.

Pero lo que de verdad me sugieren estas confabulaciones es pereza mental y cierto esclavismo con el compromiso de no hacernos crítica a nosotros mismo. Lo cual, viendo el estado de la política española, parece casi un requisito sine qua non .

Nos olvidamos que, habitualmente, lo que se nos esconde no es algo tan oculto ni un mecanismo complejo. Nos olvidamos con ligereza de la fuerza del poder y la gloria. Nos olvidamos de aquello que bien contó Malraux : la condición humana. Y la ambición es, desde luego, una parte de ella.