Las dificultades que atraviesan algunas entidades financieras europeas que han sufrido el contagio de la grave enfermedad que viven bancos y aseguradoras al otro lado del Atlántico han dado paso en España a distintas reacciones de preocupación, no todas ellas ajustadas al ejercicio de responsabilidad que exigen estos momentos difíciles. Hace bien la Comisión Europea en hacer un llamamiento a los 27 gobiernos de la UE para reforzar el sistema de garantía de los depósitos bancarios. Como dijo ayer el presidente del Ejecutivo comunitario, José Manuel Durao Barroso, "además de inyectar liquidez en los mercados, necesitamos inyectar credibilidad". Es decir, que los ciudadanos mantengan su confianza en las instituciones en las que depositan los ahorros.

Pero parece exagerado y peligroso sembrar las dudas, sin aportar ningún dato objetivo, sobre un sistema financiero como el español, que sigue mostrando una extraordinaria solidez. Mal servicio se hace a la economía --y especialmente a las economías más débiles-- cuando se sugiere, aunque sea en contextos frívolos, que corren peligro los ahorros de los clientes de bancos y cajas. El Fondo de Garantía de Depósitos está dotado para garantizar 20.000 euros por cuenta, lo que es un colchón a todas luces suficiente. Pero es que, además, ningún banco o caja españoles han dado hasta ahora signos de crisis. Cabe recordar hoy que en casos graves como los de Rumasa, Banca Catalana o Banesto no hubo problemas para los impositores. Es lógico y saludable que una lupa esté hoy puesta sobre la evolución del sistema financiero, pero eso no debe dar pábulo a maniobras desestabilizadoras.