Pedro Sánchez ha comparecido este fin de semana ante los medios para anunciar el endurecimiento de las medidas de confinamiento por el coronavirus. El presidente del Gobierno anunció que desde hoy y hasta el 9 de abril, ambos inclusive, solo se podrá trabajar en las actividades esenciales, con el objetivo de que la movilidad sea similar a la que ahora se produce los fines de semana.

Con el endurecimiento del confinamiento durante casi 15 días, el Gobierno acepta las peticiones que le habían trasladado varias comunidades autónomas, sin que eso signifique la resolución en uno u otro sentido de una batalla política que se ha librado durante días sin la prudencia ni la lealtad requeridas en momentos tan dramáticos. La razón de un endurecimiento inevitable hay que buscarla en la necesidad de que las unidades de cuidados intensivos (uci) no se colapsen, como había advertido ya por la mañana el responsable del comité médico, Fernando Simón, y se anuncia el día en que España había alcanzado la mayor cifra de muertes diarias (832 fallecidos para un total de 5.704) y el número de infectados había llegado a 72.248, aunque el ascenso se empezaba a frenar. El objetivo con estos 11 días de parón es invertir el sentido de la curva impidiendo el mayor número de contagios posible y evitar el colapso del sistema sanitario.

Es indudable que el parón tendrá repercusiones económicas considerables. Desde ese punto de vista, el Gobierno busca evitar despidos de trabajadores, en la línea de lo que ha hecho hasta ahora con los expedientes de regulación temporal de empleo (ertes) por fuerza mayor, la prohibición del despido objetivo por el coronavirus y la obligación de renovar los contratos temporales vigentes. Ahora, se decreta una especie de vacaciones forzosas aprovechando la Semana Santa, una medida que en la práctica puede frenar a los empresarios a la hora de poner en marcha nuevos ertes y aliviar el tapón administrativo producido por el aluvión de expedientes. Parte de la comparecencia la dedicó Sánchez a instar a la UE a llegar a un acuerdo para proteger a todos los ciudadanos de una pandemia que afecta a todos los países. Aunque se mostró respetuoso con todos los socios y no quiso polemizar con Alemania y Holanda, reclamó con firmeza la mutualización de la deuda y la solidaridad europea y advirtió de que Europa se juega su proyecto en el momento más crítico que vive el continente desde la segunda guerra mundial.