Las organizaciones agrarias (Opas) han roto las negociaciones sobre el Convenio del Campo al sentirse agraviadas por unas declaraciones del secretario de CC OO, Julián Carretero, que decía, en un periódico nacional, que era contrario a las ayudas comunitarias directas a los agricultores. El lunes Carretero matizó estas declaraciones, señalando que no está de acuerdo con las ayudas directas que se dirijan "exclusivamente a enriquecer a un individuo", pero sí las que ayuden a la producción, el empleo y la mejora de las estructuras agrarias. La matización ha sido en vano, las Opas mantienen su posición de romper con CC OO y, consecuentemente, paralizar el convenio, sobre el que había ya un principio de acuerdo y que afecta a 80.000 personas.

Sería preferible que este conflicto se disipara cuanto antes. Sorprende que las Opas, que tantas veces mantienen posiciones polémicas y las expresan sin remilgos, se ofendan por unas palabras que es difícil encontrar atentatorias a la dignidad de los agricultores. Es casi seguro que en el transcurso de la negociación sobre el convenio ahora roto, unos y otros se han dicho palabras más gruesas que las dichas por Carretero. Mucho más después de matizarlas, y sin necesidad, porque cada uno puede pensar como quiera y ello no ser óbice para sentarse a negociar cualquier cosa. Solo faltaba que, como exige Asaja, la legitimidad de una parte de los que firman un convenio --ahora Comisiones, pero luego podría ser la propia Asaja-- estuviera condicionada a sus opiniones sobre cómo deben emplearse las ayudas de la UE. Por ello es necesario hacer una llamada a la cordura y que todos se centren en lo principal: acordar el mejor Convenio del Campo posible y que entre en vigor cuanto antes.