TLta irrupción de los encapuchados de Oyárzun y los nuevos episodios de terrorismo callejero han sido calificados por el ministro Pérez Rubalcaba como formas de chantaje incompatibles con el diálogo. Eso le llevó a aplazar sin fecha la prevista ronda de encuentros con los portavoces parlamentarios para ponerles al corriente sobre el estado de la cuestión. O sea, los tratos del Gobierno con ETA, por un lado, y su brazo político, la ahora ilegal Batasuna, por otro. Sin embargo, el presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero afirmaba al día siguiente, en sede parlamentaria, que mantiene su estrategia, su hoja de ruta, sus métodos, sus principios y sus expectativas sobre la total desaparición del terrorismo como modo de presión para lograr objetivos políticos.

La divergencia, al menos aparente, entre el presidente y su ministro del Interior, y algunos otros desajustes detectados esta semana en la gestión del Gobierno respecto al llamado proceso de paz --véase el patinazo del ministro López Aguilar en su polémica con el consejero vasco de Interior, Balza --, nos vuelve a poner en guardia ante el riesgo de que Zapatero esté improvisando y no tenga en realidad ninguna estrategia. Quiero pensar que la tiene aunque es inaprensible y resbaladiza. Cuando tratas de descifrarla se te acaba escurriendo entre las manos, como los peces sorprendidos de García Lorca . Si Zapatero tiene una estrategia, no la cuenta. De sus primeros círculos de confianza para abajo, todos te dicen que sólo él tiene toda la información y sólo él controla todas las claves de la hoja de ruta del Gobierno. Una hoja de ruta de la que apenas conocemos su voluntarista objetivo: que el actual alto el fuego de ETA sea irreversible. Lo poco que cuenta, o lo que cuentan otros tratando de interpretar los planes del presidente, no comunica seguridad. Así es, cuando descubres que su cacareado principio de que "el fin de la violencia no tiene precio político" queda rebajado por una norma de conducta bastante más pragmática: "Pero hay que hacer política para conseguirlo". Ese es el pensamiento de Zapatero. Equívoco, pragmático, escurridizo. Le faltan referentes específicos donde poder anclar la garantía de que Eta no volverá a engañarnos. De los tres conocidos, Zapatero solo invoca con toda claridad la Ley de Partidos Políticos. Muy poco, y cada vez menos, la resolución parlamentaria de mayo de 2005. Y absolutamente nada, el Pacto Antiterrorista.

*Periodista