Nada ejemplar ha sido el comportamiento de muchos diputados del Congreso en la sesión celebrada hace pocas fechas.

A los padres de la patria, ante tal comportamiento, no se nos ocurre otra idea que enviarlos a la escuela de padres, padres de la patria.

El presidente del Congreso, don Manuel Marín, forjado en foros europeos, posiblemente por ello no debía estar avisado de que muchos congresistas podían convertir el hemiciclo en algo parecido a un gallinero. Esa es la sensación que daban. No tomó medidas más drásticas por lo que la situación se le fue de las manos. Así, vivimos, prietas las filas , abandonar sus escaños al Grupo Popular. Sin más comentarios.

El presidente del Congreso ha dicho a los grupos que sería muy conveniente bajar los niveles de tensión en la cámara.

El señor Marín no pudo aplacar las iras de unos y otros, pero tampoco sería yo quien le aconsejara que haga uso de la autoridad de su antecesora en el cargo, señora Rudi, a quien le pareció ver demonios en las pancartas que lucían un rotundo No a la guerra , y de forma expeditiva ordenó la expulsión de quienes portaban pancartas tan ofensivas como de quienes vestían camisetas con la misma leyenda.

Sí, señora Rudi, debían hacer mucho daño aquellas pancartas, no así aquellas muertes y estas muertes (100.000 según la prensa británica), que todas son una, en Irak mientras siguen buscando las armas de destrucción masiva, que el gobierno norteamericano quería hacernos creer que existían, pero sólo existían en la mente visionaria y expansionista del presiente Bush. Estas armas de destrucción masiva no hay que buscarlas, están en plena esfervescencia, masacrando y aniquilando al pueblo iraquí, sin mirar a otros frentes.

ELENA SELLER DAZA. Mérida