XLxos socialistas, agrupados alrededor de las centenarias siglas del PSOE, han estado durante este caluroso fin de semana celebrando su congreso ordinario. Congreso de mieles que se hace desde la cómoda posición de haber ganado con mayor o menor margen tres elecciones sucesivas, y el importantísimo paraguas de detentar el Gobierno. Es un congreso en el que se revalidará el liderazgo de todo un cuadro de jóvenes dirigentes socialistas, pero sobretodo de consagración de Rodríguez Zapatero . Es también un congreso en el que se cambian las claves del poder territorial dentro del partido socialista, separándose la capacidad de decisión que representa la ejecutiva federal, del poder territorial que los barones representan, a los que no obstante se les sigue asignando, como no podía ser de otro modo, una notable capacidad de influencia al reforzarse el Consejo Territorial que las agrupa.

El mecanismo congresual, tal como lo conocemos actualmente, hunde sus raíces en la ilustración de finales del siglo XVIII, y entre sus primeras aplicaciones prácticas está la elección del primer legislativo que condujo a EEUU a su independencia y que desde entonces se denomina congreso. Es un sistema de voto delegado concebido hace más de doscientos años y que aún sigue vigente, pensado para consagrar decisiones y poder, previamente debatidas las unas y contrastados los otros. La alternativa al sistema, con todas las limitaciones que pueda tener, no son nada fáciles y buena prueba de ello es su utilización universal, tanto por partidos políticos como por organizaciones sociales.

Lo lógico es que cuando un partido político detenta el poder que representa estar en el Gobierno, los congresos que realice, salvo graves crisis internas, sirvan para afianzarlo. Ello no quiere decir que sus resoluciones sean irrelevantes, tienen su importancia, y habrá que leerlas con atención, pero no es de esperar que problemas seculares tengan un acabado desarrollo programático; no es el momento y seguramente en contra de lo que pueda parecer, tampoco el lugar.

Exigir por ejemplo, una acabada definición de la España plural, sería convertir a los delegados en taumaturgos. Un debate de siglos no se zanja en horas. Pero ello no debe ser óbice para apuntar caminos, unir voluntades y huir de toda clase de nomnalismos. Algunos de los consensos semánticos a los que se vieron obligados nuestros constituyentes, están pasando factura 25 años después. La España plural es una vivencia histórica que sólo el tiempo puede consagrar, nace de él, respeto a la diversidad y su camino no debe ser otro que el de reforzar la unidad estatal. Una unidad real, con las competencias claras y definidas que corresponden a un Estado soberano en el concierto internacional.

Zapatero en su discurso de gestión, ha remarcado algunos objetivos para algunos muy queridos. La laicidad de la sociedad como paradigma de tolerancia, convivencia, progreso y futuro, se plantea por primera vez de una manera abierta y valiente, sintonizando con una sociedad que mayoritariamente ha asumido valores laicos, mas allá de cual sea el sentido de su voto. Las cuestiones de género han estado también presentes en su discurso, algunas tan dolorosas como la violencia contra la mujer, comprometiéndose firmemente a seguir adelante con iniciativas legislativas. Y por primera vez, sin ningún lugar a dudas, la ruralidad y lo rural merecen un comentario expreso en un discurso de esta naturaleza. La apuesta por el desarrollo rural es mucho mas que un objetivo económico, es la comprensión de un mundo emergente que trae nuevos valores. Zapatero es un hombre de valores y de valores ha sido su discurso.

*Ingeniero