Tanto tiempo esperando que la inflación española se acerque a la media europea y, cuando por fin se consigue, aparecen otros fantasmas inesperados que impiden celebrarlo. El dato, de entrada, es incontestable: el IPC español cerrará el año en el 1,5% de crecimiento, el mejor registro de la última década. Beneficioso en términos macroeconómicos, porque conjura uno de los principales riesgos al que está sometida la economía española: tener más inflación de la necesaria cuando la actividad económica cae en picado. Sucedió en los años 80, y ahora parece que no se va a repetir. En pocos días se confirmará que esta cifra del 1,5%, que el Instituto Nacional de Estadística proporciona a Bruselas para el cálculo de IPC europeo armonizado (IPCA) apenas contiene margen de error.

Las primeras alarmas ante ese 1,5% de inflación del 2008 son legítimas. De un lado, los aumentos de tarifas de servicios que dependen de autorización administrativa --transporte público, electricidad, agua...-- han subido se- gún la media de inflación de todo el 2008 (más del 4%), no la de los últimos meses. De otro, las pensiones y las revisiones salariales quedan sometidas a esa minoración del IPC de final de año.

La otra cuestión es saber si con la tendencia a la baja podemos llegar a tener un IPC negativo este año. Los analistas dicen que sí, e incluso avisan de que sucederá en los meses de verano, porque en julio del 2008 el barril de petróleo estaba casi a 150 dólares y la inflación, en el 5,3%. Seis meses después, el petróleo, el trigo y otras materias primas cotizan a una tercera parte de aquel valor. Si se mantiene la contención de precios de materias primas, cuando a partir de junio se crucen sus precios actuales con los de hace un año, tendremos la apariencia de inflación negativa.

Para ser más precisos, es hora de recuperar un cálculo también habitual en la evolución de los precios al consumo y que estaba en desuso, la inflación subyacente, que mide los precios de los bienes y servicios básicos que no están sometidos a la volatilidad del petróleo y los alimentos, y que marca el futuro de la inflación a medio plazo. En noviembre estaba en el 2,5%, y no se prevé que baje más de medio punto este año. Hoy por hoy, es el mejor antídoto para quienes anticipan que tras la recesión --caída temporal del PIB-- viene la depresión --la caída se convierte en crónica-- y la deflación, el desplome de todos los precios. No se vislumbra.

La estadística dejó ayer otro dato para el análisis: los precios de la vivienda nueva cayeron un 6,6% en España en el 2008. En Extremadura, el descenso fue menor, un 5,8%, con la particularidad de que la caída en Cáceres fue superior que en Badajoz, debido en gran parte a que los precios en esta ciudad son mayores y tienen más margen de descenso.