En mi primer artículo tras el resultado electoral del 20-D (28/12/2015), aconsejaba a Pedro Sánchez , entre otras cosas, que propusiera un gobierno de concentración con los principales partidos nacionales. La correlación de fuerzas me hacía pensar, más allá de mis deseos, que esa sería la única posibilidad de gobernar España.

Aunque nadie de ningún partido ha puesto encima de la mesa esta propuesta, lo ocurrido durante los meses siguientes, hasta llegar a la nueva convocatoria electoral, me ha dado la razón. Y ahora, antes de saber el resultado del 26-J, afirmo contundentemente que esa volverá a ser la solución óptima para la gobernabilidad de España, pase lo que pase el próximo domingo.

El cambio en el sistema de partidos acontecido en diciembre de 2015 no es el primero en España --los hubo en 1982 y 1993--, pero sí es el más relevante, por tres razones.

La primera es que la legitimidad del ganador ha descendido enormemente. Desde 1977 ningún partido había ganado las elecciones, como lo hizo el PP en diciembre, con solo el 21% de apoyo del total del censo. Para que se hagan una idea, en 1982 el 35% de todo el censo votó al PSOE, el 30% al PP en 1996 y 2000, y el 32% a Zapatero en 2004 y 2008. El referendo para la reforma política (1977) lo aprobó el 73% del censo, el de la Constitución (1978) un 59%, el de la OTAN (1986) un 31% y el de la fallida Constitución Europea (2005) un 32%.

La segunda razón es que, por primera vez, uno de los cuatro grandes partidos que conforman el sistema no es un partido nacional. Unidos Podemos es una coalición electoral formada por tres partidos nacionales (Podemos, IU y Equo), un partido catalán (En Comú Podem), otro valenciano (Compromís) y otro gallego (En Marea). Según el voto de diciembre, el peso de los partidos regionales, de hecho, fue del 33% de lo que hoy es UP. Además de no ser nacionales, esas tres formaciones exigen el derecho de autodeterminación en las páginas 76 (En Comú Podem), 103 (Compromís) y 22 (En Marea) de sus programas. Es evidente que cuando Podemos habla de derecho a decidir --consagrado en el punto 24 de los 50 pasos para gobernar juntos con IU-- quiere decir derecho de autodeterminación.

La tercera razón que hace singular este cambio en el sistema de partidos es que por primera vez tres formaciones están muy igualadas y en disposición de ganar las elecciones. Este multipartidismo nos coloca ante una gran paradoja: tres de los cuatro grandes partidos (PSOE, UP y C's) proponen cambios constitucionales que no podrán realizarse porque requieren equilibrios parlamentarios muy concretos: deben ponerse de acuerdo 3/5 de ambas cámaras, es decir, 210 diputados y 125 senadores.

Con los resultados de diciembre, solo la suma de PSOE y PP facilitaría ese proceso en el Congreso, mientras que en el Senado todas las sumas pasarían por el PP, que acumuló un 60% de los escaños. El PSOE habla de reforma constitucional en las páginas 20, 181, 197, 231 y 378-387 de su programa. C's lo hace en los puntos 49, 50 y 275 de sus 350 soluciones para cambiar España a mejor. Podemos lo hace en las páginas 71, 126, 133, 163 y 190 de su programa. A todos se les ha olvidado que para ello necesitan al PP, partido que esgrime la plena vigencia de la Constitución para evitar su reforma.

Así pues, tenemos: a) el partido ganador tendrá la menor legitimidad desde 1977, pues solo habrá sido votado por 1 de cada 5 españoles; b) uno de los partidos mayoritarios, UP, no podrá pactar con ninguno de los otros tres debido a su defensa del derecho de autodeterminación; y c) ninguna reforma constitucional (necesaria para operar cambios importantes) se podrá hacer sin el PP.

En este escenario de debilidades podríamos conformarnos con meros gobiernos en minoría que podrían aprobar a duras penas un puñado de leyes reformistas en legislaturas siempre cortas, que podrían ser fácilmente revertidas en la legislatura siguiente por otro gobierno en minoría de signo contrario. Es decir, lo peor del bipartidismo pero sin bipartidismo y habiendo perdido la única ventaja que este nos proporcionaba: estabilidad. ¿Queremos vivir así? ¿Podemos vivir así? Un gobierno de concentración entre las cuatro fuerzas sería la mejor noticia tras el 26-J. Y que no lo hubiera, tal vez, la peor. Cada vez resulta más difícil entender que en 1977 se pudieran sentar a hablar comunistas, posfranquistas y nacionalistas, y que ahora no sean capaces de hacerlo cuatro demócratas. Cualquier otro camino nos abocará a un caos como país de consecuencias imprevisibles. Esa será la solución o no habrá solución. Tiempo al tiempo.