Yo también me sumo al merecido homenaje que se hace al personal sanitario, cada día, a las ocho de la tarde. Son unos héroes. Pero lamento que toda esa gente que hoy se asoma a los balcones no se manifestara con el mismo entusiasmo cuando, desde las distintas administraciones, se descapitalizaba o privatizaba la sanidad, se cerraban plantas hospitalarias y no se cubrían las plazas de los profesionales que se jubilaban.

¿Por qué lo consentimos? Por principio y por solidaridad estoy en contra de los héroes. No se puede ni se debe exigir a los profesionales sanitarios que expongan sus vidas sin medios y haciendo jornadas maratonianas cuando, antes, sus justas reivindicaciones en beneficio de una mejor sanidad no solo fueron desoídas por la Administración, sino que esta incluso llegó a acusarlos de anteponer unos intereses de clase al derecho universal de la salud.

Quien cuando tuvo que dar no dio, no puede exigir después nada. Por suerte, el personal sanitario lo está dando todo desde el principio de esta crisis, con una entrega y un espíritu de sacrificio que nos reconcilia con el género humano y que los hace merecedores de nuestro reconocimiento, nuestro agradecimiento y nuestro aplauso.