¿Esta gran dicotomía es real o existen modelos de desarrollo basados en la conservación de la naturaleza?

Existen. Actualmente vivimos en una sociedad que, a diferencia de otras, tiene tiempo para el ocio. Esto nos lleva a que las personas viajen y a que el turismo se posicione como una importante actividad mercantil. Si dentro de ese turismo nos enfocamos en el turismo de naturaleza, ahí es donde vemos cómo entra en juego el equilibrio entre producción y conservación. Esta combinación de enfoques equilibrados se ve reflejada en lo que actualmente conocemos como turismo de naturaleza, ecoturismo, turismo sostenible... Por lo tanto, de la misma manera que se producen otros bienes o servicios, que son más tangibles, también se puede hablar de producción de naturaleza, lo que nos lleva a conservar nuestro entorno y esto contribuye a aumentar nuestro capital natural.

Pero este capital natural, además del valor económico que aporta al turismo de naturaleza o a las actividades agropecuarias, nos otorga una serie de beneficios: su valor estético debido a una gran belleza que nos proporciona bienestar, su valor educativo y de investigación, el valor íntrínseco a la propia vida natural, el valor religioso, o valores relacionados con la salud humana, íntimamente ligada a la salud ambiental. Por lo tanto, producir naturaleza y aumentar el valor de nuestro entorno natural, nos proporciona beneficios en diferentes ámbitos de nuestra vida. Profundizaré ahora en el valor relacionado a la salud ambiental y humana.

El capital natural proporciona una serie de servicios ecosistémicos que a simple vista no apreciamos, pero que sin los cuales veríamos alterada la salud pública de las personas que viven en un determinado territorio. Estos servicios ecosistémicos están relacionados con una serie de funciones con la que la naturaleza regula procesos ecológicos esenciales: la regulación climática que ayuda a amortiguar los procesos climáticos extremos, cada día más acusados; la regulación atmosférica, por la cual se mantiene la calidad del aire y prevención de enfermedades; la disponibilidad hídrica, ya que la cobertura vegetal promueve el ciclo hidrológico y permite el filtrado y retención de agua; la sujeción y formación de suelo fértil para la producción de alimentos vinculada al ciclo de nutrientes; y la polinización y el control biológico de plagas, entre otras.

Sin embargo, y pensando en Cáceres, nuestra ciudad, ¿quién nos garantizará la continuidad de estos procesos en los próximos años si se establece una mina a cielo abierto que acabará con el entorno natural? ¿Quién nos devolverá a la ciudadanía cacereña estas necesidades vitales de las que disfruta "gratuitamente" gracias a nuestro entorno natural una vez acabe la explotación? ¿Las empresas extractivas mineras están contemplando los costes relacionados con la pérdida de estos elementos vitales para la salud dentro de sus informes de impacto ambiental?

En el supuesto de que el proyecto minero saliera adelante, vamos a sufrir una gran pérdida de nuestra biodiversidad debido al desbroce y pérdida del suelo. Además, este sustrato cumple una función esencial como refugio de fauna, pues mantiene una gran diversidad de especies de animales características del monte mediterráneo como son los jabalís, meloncillos, águilas imperiales, cigüeñas negras, calzadas, etc., atractivos turísticos que junto con la zona ZEPA urbana del cernícalo primilla hacen de nuestra ciudad un santuario de naturaleza e historia que combina conservación y desarrollo. ¿Alguien va a responder a esta pérdida de valor económico de nuestro entorno, a esta pérdida de una biodiversidad que, además de tener un elevado valor intrínseco, es soporte de unos procesos que nos confieren como ciudad la capacidad de responder mejor ante posibles procesos naturales adversos? ¿Qué ocurriría, además, si perdemos las funciones estéticas que abren oportunidades para el desarrollo cognitivo, las funciones recreativas, artísticas, educativas, culturales y religiosas? ¿Vamos a entregar tanto a cambio de tan poco?

Existe también un valor futuro que podemos otorgar a Valdeflores. La propuesta del cambio de visión sobre el desarrollo -también económico- de la zona invita a la revalorización en un futuro inmediato de esta área bajo una categoría de protección adecuada a la preservación y uso responsable de estos valores. Actualmente gozamos de un mosaico paisajístico muy rico conformado por áreas de monte mediterráneo perfectamente conservado, por áreas de sotobosques, por olivares, por pastizales para ganado y charcas, zonas de vegas cultivables, cursos de agua... una combinación perfecta entre desarrollo y conservación.

Más allá de eso, en este caso, la producción de biodiversidad es una actividad que se mantiene autónomamente en el tiempo, y que no agota los recursos, siempre y cuando sean gestionados de un modo sostenible de acuerdo a sus capacidades. Además, aporta unos servicios ecosistémicos que si no existieran o se perdieran, nos harían tener que invertir un gran presupuesto económico en recuperarlos o suplantar artificialmente las funciones que cumplen. Son nuestros bienes comunes, los bienes de Cáceres. ¿Quién decide poder cederlos y a qué precio ambiental y para nuestra salud?

Como conclusión final me gustaría citar a Manfred Max Neef, Premio Nobel Economía Alternativa Right Livelihood Award en 1983, quien dijo: "No puede existir una economía con un ecosistema fallando". Si mantenemos la Montaña de Cáceres estaremos aumentando nuestro capital natural, y con ello, la economía de nuestra ciudad en el tiempo.