TEtxtremadura es uno de los lugares privilegiados de Europa para los naturalistas, investigadores y aficionados al birdwatching o turismo ornitológico y, en mi opinión, tiene por delante un futuro muy esperanzador en la generación de riqueza para sus habitantes gracias a la atracción del turismo verde hacia la comunidad.

La amplia gama de espacios naturales que podemos encontrar en este vasto territorio, desde la Sierra de San Pedro y Parque Nacional de Monfragüe a las Llanuras de la Serena o las Vegas Altas del Guadiana, convierten a Extremadura en un auténtico espectáculo natural. La dehesa, el ecosistema sostenible por excelencia en la región con miles de hectáreas, junto con las llanuras, el bosque mediterráneo, las estepas y los cursos fluviales dan lugar a un rico mosaico de hábitats y ecosistemas.

Cuando en los años 80 realicé aquí mi primer viaje de estudios zoológicos, descubrí que, en Extremadura, la vida te rodea por doquier en bosques, dehesas, montañas, charcas, embalses, ríos y torrentes. Esta comunidad se sitúa a la cabeza de España y Europa en porcentaje de biodiversidad, pues más del 75% de su superficie está considerada, internacionalmente, de importancia para las aves. Factores como la escasa población y el papel principal de la economía tradicional de baja huella ecológica (ganadería y agricultura extensiva, caza y extracción de corcho) han determinado esta realidad, abriendo la región al mundo de la mano del birdwatching, sin obviar su maravillosa oferta gastronómica y cultural.

En los países y regiones desarrollados, la necesidad de conservar y recuperar la biodiversidad debe incluirse como estrategia de gestión política de los territorios inteligentes y resilientes, pues aceptado está, también, que la pérdida de diversidad biológica (ecosistemas, especies y genes) es, junto a la desertificación y al cambio climático, uno de los pilares del cambio global. La degradación de los ecosistemas se traduce en una reducción del valor de la naturaleza así como en la disminución de los bienes y servicios (los conocidos y los que aún están por descubrir) que aquella nos proporciona.

XEL EFECTOx de la pérdida de biodiversidad (identificado recientemente bajo el liderazgo del University College London del Reino Unido) ha llegado a cuantificarse mediante el llamado Indice de Integridad Biótica (IIB), que sitúa el límite seguro en el 10%. Los datos planetarios, del 15,4% de media, superan ese valor crítico en muchas áreas, y algunas de ellas, en España. La presión por los usos del suelo, sobre todo en las zonas templadas (pastizales, sabanas y montes bajos), son la principal causa de esa recesión ecológica que tiene como consecuencias directas la reducción de la polinización, la alteración del ciclo de los nutrientes, la pérdida de la producción agrícola y ganadera y, finalmente, la reducción del número de organismos vivos.

Debemos recordar, también, que en la Península Ibérica se concentra el 80% de la diversidad de especies vegetales de Europa y más del 50% de especies animales. En España el 27% de su superficie forma parte de la Red Natura 2000 (mucha parte de ella en Extremadura) a partir de la aplicación de las Directivas Comunitarias Hábitats y de Aves.

El desarrollo sostenible no puede entenderse, pues, sin un pilar básico: la protección de los ecosistemas, pues sabemos que la pérdida de valor de hábitats y ecosistemas tiene, además, como consecuencias negativas, la globalización y la pobreza. Así pues, la creación de los parques naturales extremeños, con el máximo rango posible, será un instrumento básico en su conservación, pero también en el desarrollo de la nueva economía verde extremeña. En las ciudades y pueblos de esta comunidad, la protección de las colonias urbanas de cigüeña y cernícalo primilla son ya otro buen ejemplo de esa estrategia, aunque aún queda camino por recorrer.

En la retina y en nuestro cerebro, es bueno conservar esas primeras observaciones del águila imperial ibérica en Monfragüe o la avutarda en La Serena, la belleza de los alcornocales y las dehesas o el olor del romero y la lavanda, invitando, a propios y extraños, a conocer y amar los valores naturales de la bella tierra extremeña.