Mariano Rajoy , que no se ha atrevido a aplicar a Francisco Camps los niveles de exigencia política reclamados a una decena de dirigentes populares de Madrid imputados también en la trama Gürtel, como el presidente valenciano, carga ahora contra el mundo para denunciar una conspiración de "los Torquemada del siglo XXI" contra su partido. No es nuevo. Cuando comenzó a desvelarse el sumario ya entraron en la bolsa de conspiradores el juez Garzón , los policías y fiscales que investigaron el caso, y los medios y periodistas que tuvieron la osadía de difundirlo. Se reclamó entonces que el sumario saliese de la Audiencia Nacional, convencidos en el PP que una nueva investigación de los tribunales territoriales dejase en evidencia la trama urdida. Pero como esos tribunales no han hecho por el momento sino confirmar lo ya investigado, la conclusión de Rajoy no es que algo debe haber, sino que los torquemadas se extienden como la gripe y hablan ahora también valenciano.

Parece marca de la casa. A lo largo de los últimos cinco años esta historia se ha repetido tras las mentiras del 11-M y el accidente del Yak, ambos ya sancionados por la justicia. Entonces el PP incluyó entre los conspiradores contra su partido a gobernantes, policías, jueces y fiscales, medios de comunicación y familiares de las víctimas tanto de la masacre de Madrid como del accidente del Yak 42, a los que se llegó a acusar de no dejar descansar en paz a sus muertos. No escarmentados por las sentencias judiciales que han evidenciado las realidades que ellos negaron, en el PP mantienen la estrategia con la trama de los espías de Madrid y con las ramificaciones del escándalo Gürtel.

No deja de ser paradójico que quien señala con el dedo a tanto Torquemada se dedique a mandar a la hoguera a tanta gente. Pero mucho más preocupante es que quien aspira a gobernar un país se dedique a deslegitimar con tanta ligereza sus instituciones.