El Parlamento español ha mostrado cómo Alemania marca, nos guste o no, el camino a seguir. Vaya por delante que de esta crisis solo podemos salir con el apoyo de los países acreedores, y de Alemania en primer lugar. ¿Hay otra alternativa? No. La salida del euro es simplemente una tontería. Y si queremos mantenernos en él, gozar de su estabilidad y de la garantía alemana de parte de nuestra deuda, hemos de seguir ciertas reglas. Y estas las define Alemania. Bienvenida sea pues la aceptación, por parte de Zapatero , del diktat Merkel-Sarkozy .

Por ello, sorprenden las voces en contra. Todavía no se conocen los importantes detalles de la reforma planteada. No sabemos en qué período se pretende alcanzar el déficit cero, ni tampoco cuáles serán sus límites en recesión. Pero me parece que hay que reconocer que España, agregadamente, no puede continuar presentando déficit público de forma continua, tanto en expansión como en crisis. Ese desequilibrio emergió en 1976 y se mantuvo hasta el 2005, cuando desapareció fugazmente merced al boom constructor: solo hemos obtenido superávit en tres años, de los 35 que han transcurrido desde 1976 hasta el presente año.

De aprobarse la reforma, emergerá el imprescindible debate sobre el papel del sector público, el nivel y calidad de sus servicios y la necesaria tributación con la que debe financiarse. Porque lo que propone Alemania no es reducir el gasto. Lo que exige es que, sea cual sea su nivel, los ingresos sean suficientes para atenderlo. Parece lógico, ¿no? Por tanto, quizá comenzaremos a debatir, con más pasión que hasta la fecha, cuál es el nivel de tributación que deseamos. Y quizá, a partir de esa reforma, no puedan aparecer políticos que prometan simultáneamente que van a mantener o aumentar las prestaciones sociales y reducirán la presión fiscal.

En este contexto, ¿dónde queda el pacto fiscal? Me parece que nada se altera, aunque el debate será ciertamente más difícil. Regiones como Cataluña a buen seguro que recibirán una financiación adecuada, lo que exige reducir estructuralmente el saldo fiscal negativo con el resto de España hasta valores del 4%/5% del PIB catalán. Pero ello será difícil de obtener, con reforma constitucional o sin ella, como demostró el debate sobre la financiación en el Estatut. El crédito exterior de España exige, entre otras reformas, adoptar esta propuesta alemana. Por ello, conviene no confundir al ciudadano: una cosa es que las cuentas públicas en España deban equilibrarse (bien elevando los impuestos bien reduciendo el gasto) y otra, distinta, la contribución fiscal de Cataluña. Hoy hay que apoyar la reforma constitucional, es decir, la dirección marcada por Alemania. Mañana habrá que hablar de la financiación de las comunidades autónomas. Cada cosa a su tiempo.