Tras el día de la Constitución, será por compensar el ceño adusto de Iglesias y su semiboicot maleducado, me propongo exaltar lo bueno. El jefe de Podemos, por tanto no entra. Es un personaje con cara de malo, aunque estoy dispuesta a admitir que albergue sentimientos universales de bondad, ternura y cariño hacia sus semejantes, pero como no lo asemeja, ya no se hace el bueno y hasta ha reconocido que le gusta dar miedo, prefiero no referirme a él, que ya atrae solito el foco mediático con desplantes, atuendos feos y ataques más o menos despiadados a quien no le mola, sea periodista o senadora muerta.

Dejaremos pues al señor de las iras que lo que quiero hoy es ensalzar la Carta Magna, ese texto que habrá que reformar, pero que hasta ahora ha marcado de forma luminosa el camino por el que los españoles hemos transitado uno de los períodos más enriquecedores de nuestra historia, y no solo en el terreno de la economía, sino en el de la convivencia, la igualdad, la modernización y el bienestar.

Hay en España quienes, siéndolo, no se consideran españoles. Uno puede elegir lo que quiere ser en el futuro, pero no sus orígenes. Esos españoles de la españolísima periferia que reniegan de su historia, la cambian o se la inventan y escupen a la Constitución precisamente por el modelo de Estado que sustenta, plural pero único, nunca estarán satisfechos. Y los que se avienen a reformar el marco que mayor estabilidad ha procurado a España en siglos, deberían ser conscientes de esta realidad. Independentistas y antisistema solo tienen viabilidad si a España le va mal. Si continúa el progreso, avanza la economía y se derriban las barreras de desigualdad que todavía puedan quedar, tienen poco que hacer.

Y luego están los que, híbridos entre un proceso constituyente y una reforma con iniciativas que cualquiera suscribiría, se empeñan en que todo es un desastre y montan a horcajadas en la crisis para utilizarla como caballo del apocalipsis. Sin juzgar sus intenciones, de nuevo parece que su único camino para llegar al poder es que a los españoles nos vaya mal.