Todo empezó en una época de vacas gordas, cuando los tipos de interés estaban bajos y el dinero barato, y era fácil endeudarse para adquirir una vivienda; la tradicional cultura de la propiedad en nuestro país, hizo el resto. Sobrevino luego un largo periodo en el que el río de la construcción se fue desbordando, se construían por aquel entonces en España más viviendas que en Francia, Alemania y Reino Unido juntos; se vivía una época expansiva en la que nadie hizo caso a las recomendaciones de las autoridades monetarias que instaban a ser más cautos. La economía entonces iba viento en popa y se dejó seducir por los cantos de sirena de un desarrollismo que prescindía de cualquier gesto que supusiera sensatez o prudencia.

Pero los pronósticos de los agoreros casi siempre terminan cumpliéndose, convirtiendo lo que se esperaba que fuera un aterrizaje suave, en un batacazo en toda regla. Según los datos proporcionados por el INE, solo en enero de este año, ha bajado la compraventa de vivienda en un 27% respecto al mismo periodo del año anterior, como consecuencia de la subida de los tipos de interés, pero sobre todo debido a los escasos créditos hipotecarios que concede una banca acuciada por la falta de liquidez, lo que provoca la ralentización de la construcción y el consiguiente aumento del desempleo, la suspensión de pagos y la quiebra de algunas empresas inmobiliarias y constructoras por falta de financiación. La dificultad a la hora de vender los inmuebles, unida al aumento de la oferta, provocará que los precios bajen y que se produzca una pérdida de patrimonio, ya que el valor de una vivienda es, en algunas ocasiones, inferior a la deuda que se tiene contraída con el banco.

XDE NOx poner remedio a esta espiral desaceleradora que se ha instalado en el sector, esta situación terminará pasándole factura a la cuenta de resultados de los balances bancarios, ya que es probable que aumente la morosidad, y que el sector financiero termine convirtiéndose en la mayor inmobiliaria de este país. Por otro lado, el aumento del desempleo está creando bolsas de parados que dejarán de cotizar a la Seguridad Social, y a su vez deberán percibir los correspondientes subsidios, lo que además de mermar las arcas públicas, supone una pérdida de poder adquisitivo para los desempleados, lo que unido a la alta inflación, provocará que se retraiga el consumo y la actividad económica en general, lo que reducirá inevitablemente las expectativas de crecimiento.

De no ponerle remedio a tiempo, esta crisis tendrá una grave repercusión sobre una economía que ha mostrado una clara dependencia del sector del ladrillo. Muchas de las soluciones se escapan a la acción del Gobierno, ya que la política monetaria está en manos del Banco Central Europeo, que se resiste a bajar los tipos, pues da prioridad al control de la inflación. Lo que sí es de su competencia, es fomentar las deducciones fiscales que favorezcan la adquisición de vivienda, apoyar a los ciudadanos que se enfrenten a graves problemas hipotecarios, crear un plan de reinserción laboral para los parados, eliminar el coste de ampliación del plazo de las hipotecas, intensificar la obra pública en infraestructura, construir viviendas protegidas, sin llegar al extremo de aumentar considerablemente la oferta, ya que esto contribuiría a tirar aún más por tierra los precios de la vivienda libre.

Hay quien considera que este estado de cosas pudiera servir como terapia regeneradora que sitúe el precio de las viviendas donde siempre debió estar, es decir lejos de la especulación y en sintonía con las economías más modestas; mientras tanto algunas inmobiliarias se ven incapaces de desenvolverse por sí mismas y devolver a los bancos los préstamos contraídos, por lo que hacen cábalas y adoptan alternativas consistentes en alquileres con derecho a compra, subastas a la baja o cualquier otra ocurrencia que las ayude a poder salir de este trance.

Estamos haciendo referencia a una situación que afecta a gran parte de los países de nuestro entorno, donde las mejores soluciones son aquellas que no se tomaron en consideración en su momento, como el haber evitado el recalentamiento del sector, ser más prudente a la hora de conceder créditos hipotecarios, a fuer de pecar de intervencionistas, presionar a las empresas financieras e inmobiliarias para que se dotaran de unas mayores reservas con las que hacer frente a épocas adversas, evitar el excesivo endeudamiento de las familias, fomentar la cultura del arrendamiento, promulgar una ley del suelo que evite la especulación, ya que hasta algunos ayuntamientos se han servido de ella para complementar sus presupuestos.

Así las cosas, lo que ahora procede es tomar la iniciativa utilizando una serie de medidas transversales y de choque, sirviéndose del superávit existente para atenuar el efecto negativo de lo que está por venir. A tenor de lo dicho, una de las prioridades de este nuevo Gobierno son las cuestiones de índole económica, tratando de mantener un crecimiento suficiente como para impedir que se destruya empleo.

*Profesor.