TCtada vez que salgo al campo, y ciertamente suele ser de higos a brevas , siempre tengo la fortuna de descubrir y contemplar algo nuevo: alguna planta, algún pajarillo... y de vez en cuando alguna construcción nueva, que por ubicarse en zonas muy específicas, calificadas como rústicas, me llama sorprendentemente la atención. Cuando esto se comenta entre amigos lo primero que se nos viene a la cabeza es preguntarnos quién será la persona o personas que se esconden tras las obras, qué poder tiene para saltarse las normas a la torera, o qué triquiñuelas ha utilizado para poder edificar allí donde nunca se debiera.

Todos intuimos que más tarde o más temprano, se descubrirán otros casos como los sucedidos en la comunidad de Madrid, referentes a infracciones urbanísticas y a construcciones ilegales. A buen seguro los ciudadanos del entorno más inmediato se habían percatado y era algo cantado. Sin embargo, es posible que padezcan la misma sensación de impotencia que la descrita anteriormente en mi caso, y la de cientos de agricultores y ganaderos que intentan construir naves de uso agrícola y se cansan de permisos, impacto ambiental, llegando en algunos casos a abandonar proyectos y empresas cruciales para el medio rural.

Desgraciadamente esto ya forma parte del día a día, de lo cotidiano y me temo que si no se pone coto de una vez por todas, fundamentalmente por parte de las administraciones públicas y el poder judicial, esto seguirá creciendo a ritmos insospechados. Lo más preocupante de todo esto es que en existe un fuerte componente humano de irresponsabilidad, de manipulación, de tráfico de influencias, de engaño y de corrupción, fruto de unas leyes obsoletas y de una falta de control administrativo y político. Si todos entendemos que es un problema acuciante es hora de agilizar tareas, de doblegar medios y de liberar presupuestos para romper este ritmo insostenible. felipe.sanchez.barbaextremadura.es

*Técnico en Desarrollo Rural