El desperdicio de la mitad de los alimentos que se producen en el mundo, según los datos del nuevo estudio elaborado por el Instituto de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido, delata una falta de educación alimentaria y de planificación en los países con más recursos. En las naciones en desarrollo los alimentos se pierden por factores vinculados precisamente al contexto rudimentario en el que tiene lugar la producción y almacenamiento. La responsabilidad de los consumidores en comprar solo lo necesario y relajar la excesiva importancia dada a la apariencia, primando en este caso los productos de proximidad menos maquillados, reduciría la cantidad de comida que acaba en la basura. Esta madurez en el consumo alimentario tendría también un benéfico efecto directo sobre sus productores, un ajuste en los recursos, como el agua, usados en el proceso, así como un menor impacto ambiental con la disminución, por ejemplo, de los gases de efecto invernadero.

El desperdicio actual de alimentos constituye, ahora más que nunca, una afrenta social, ante la que los acuerdos para distribuir el remanente de comida dejado de lado podría actuar de bálsamo. Las frutas y las verduras, además de las raíces y los tubérculos, figuran en la lista de los alimentos más desperdiciados en Europa, cuando su obtención se come un buen bocado del presupuesto de la UE. Así, los alimentos son la expresión mundial de la desigual redistribución de la riqueza. La más perentoria.